martes, 13 de septiembre de 2011

Siempre hubo tecnócratas


Lo que estamos viendo en la China actual y en otros países asiáticos, ha sido ensayado desde hace tiempo: modernizar económicamente el país, es decir, permitir el libre mercado, incorporar nuevas técnicas, destinar recursos a infraestructuras, pero no aceptar ni una tímida reforma política que pemita a la población expresar libremente sus ideas, organizarse para la participación política y, en definitiva, garantizar los derechos individuales.

Piotr Arkádievich Stolypin, que vivió entre 1862 y 1911, es un ejemplo de esos funcionarios que han prosperado por medio de la meritocracia, sin escrúpulos sobre si su reconocimiento y medro era a costa de otros. En la España de Franco también hubo personas que se adhirieron al régimen no porque estuviesen en principio de acuerdo con él, sino porque les permitió escalar puestos en la Administración, en la empresa o en otras actividades... de ahí vino una mejoría en el estatus y luego la adhesión más o menos activa. Es una muestra más de cierta mezquindad que ha frenado el progreso en el mundo.

Volviendo a Stolypin su zarismo era tan absoluto como el poder del zar; reprimió brutalmente a los campesinos que se levantaron en 1903 contra la situación de miseria que padecían, como ministro del Interior vivió en primer plano la revolución de 1905 y supo encauzarla para que nada sustancial cambiase en la injusta Rusia del momento. Más tarde fue primer ministro y dio a los militares poderes, constituidos en tribunales militares muchas veces, para cortar de raíz todo intento de reforma y para que castigos que corresponderían a tribunales civiles fuesen impuestos por tribunales militares (de acuerdo con normas más duras). Fue el que, de acuerdo con el zar, disolvió la Duma, un parlamento que nunca ejerció como tal, pero donde habían ido apareciendo algunos miembros que querían ir más lejos. No obstante, algunas leyes impulsadas por su gobierno favorecieron a los campesinos más pobres de Siberia, pero sin que esto permitiese cambiar a fondo las estructuras económicas de Rusia, como luego se demostrará en 1917. Su asesinato en 1911 es una muestra del clima que reinaba en Rusia entre finales del siglo XIX y la revolución de 1917.


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