sábado, 24 de septiembre de 2011

Un reformador escrupuloso (I)

Juan Calvino nació en el norte de Francia en 1509, perteneciendo a una generación posterior a la de Lutero. Ante todo fue un teólogo pero también estudió Derecho. Inspiró a muchos otros reformadores, entre los que destaca Jacobo Arminio (1560-1609) que terminaría por rebatirle, al menos, en su teoría de la predestinación: no se salva un hombre solo por la gracia de Dios; la gracia es condición necesaria pero no suficiente.
Calvino nació en el seno de una familia burguesa y fue desde joven muy religioso. Cuando sufre una crisis espiritual, algo muy común en grandes hombres que ha dado la historia (Pablo de Tarso, Lutero...) se da cuenta de los vicios en los que incurrido la Iglesia católica, de la distancia que la separa del primitivo cristianismo, de la prevalencia de los santos y las imágenes sobre los textos considerados sagrados y comienza un camino sin retorno. Contrariamente a Lutero, más impulsivo, Calvino, con mayores dotes de reflexión, hace hincapié en el Antiguo Testamento, en la Bilblia de los profestas judíos, mientras que Lutero se había fijado más en los Evangelios.
La obra más divulgada y donde creo que se condensa lo más importante del pensamiento de Calvino, es "Institución de la religión cristiana", publicada en latín en 1536 (su autor era muy joven) y luego en francés (1541). "Casi toda la suma -dice Calvino- de nuestra sabiduría, que de veras se daba tener por verdadera y sólida sabiduría, consiste en dos puntos: a saber, en el conocimiento que el nombre debe tener de Dios, y en conocimiento que debe tener de sí mismo". Considera sin embargo que estos dos conocimientos están muy relacionados entre sí, por eso la Teología en el siglo XVI, pero también antes y después, estuvo muy vinculada al Derecho. "No hay quien dude -continúa- de que los dones, en los que toda nuestra dignidad consiste, no sean en manera alguna nuestros... Porque como en el hombre se halla todo un mundo de miserias, después de haber sido despojados de los dones del cielo, nuestra desnudez, para grande vergüenza nuestra, descubre una infinidad de oprobios". Calvino es pesimista respecto del hombre, le considera pecaminoso y dispuesto al mal. Es solo por Dios por lo que el hombre puede escapar de esa condición.
"Yo, pues, entiendo por conocimiento de Dios, no solo saber que hay algún Dios, sino también comprender lo que de él nos conviene saber... Porque hablando con propiedad, no podemos decir que Dios es conocido cuando no hay ninguna religión ni piedad... Llamo piedad a una reverencia unida al amor de Dios, que el conocimiento de Dios produce. Porque mientras que los hombres no tengan impreso en el corazón que deben a Dios todo cuanto son...". Aqui se nos muestra Calvino con ese pesimismo del que hablábamos acerca de la condición huamana. Nada es el hombre sin Dios. No puede decirse, pues, que no tuviese una idea de la naturaleza humana, no puede decirse que fuese hombre irreligioso; muy al contrario, fue escrupulosamente religioso, con una gran formación teológica, aunque como vermos en otros capítulos, no es la teología en lo que más influencia tuvo.

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