lunes, 31 de octubre de 2011

La clemencia de Augusto


Cuando hubo pasado de los cuarenta años [Augusto] durante su permanencia en las Galias, recibió aviso de que L. Cinna, hombre de escaso ingenio, le tendía asechanzas. Dijéronle cómo y cuando había de herirle, siendo el denunciador uno de los cómplices. Decidió Augusto vengarse de él y reunió en consejo a sus amigos. Aquella noche la pasó con mucha inquietud, porque pensaba que iba a condenar a un joven noble, íntegro, exceptuando este delito, y nieto de C. Pompeyo... Gemía y pronunciaba palabras entrecortadas y contradictorias: "¡Cómo! ¿consentiré que mi asesino marche tranquilo cuando yo estoy ansioso? ¿No habrá de ser castigado el que amenaza una cabeza tantas veces perdonada por las guerras civiles, que ha escapado a tantos combates navales y terrestres, y cuando la tierra y los mares están tranquilos pretende, no matarme, sino inmolarme?" porque se proponía herirle duante el sacrificio... "No vale tanto la vida que por vivir yo, hayan de morir tantos". Al fin, le interrumpió su esposa Libia. "¿Admites, le dijo, el consejo de una mujer? Haz lo que hacen los médicos: cuando no bastan los remedios ordinarios, emplean los contrarios. La severidad no te ha servido: a Salvidieno siguió Lepido; a Lepido, Murena; a Murena, Coepión; a Coepión, Egnatio... emplea ahora la clemencia. Perdona a L. Cinna; está descubierto... y puede ser útil para tu gloria". 

Convencido Augusto por su esposa, mandó despejar de consejeros su estancia, llamó a Cinna, preparó un asiento para él y le pidió que no le interrumpiera mientras hablaba. Cuando le reveló que había descubierto sus planes a pesar de los favores que había recibido de él, Cinna, asombrado, negó que tal cosa fuese cierta. Augusto le insistió en que no le interrumpiese mientras él estaba en el uso de la palabra, le dio detalles de cuando y como se iba a producir el crimen, viéndole enseguida con los ojos bajos y guardando silencio, continuó Augusto: "Ni siquiera puedes defender tu casa; hace poco tiempo has sucumbido a un juicio privado ante la influencia de un liberto: ¿y te parece cosa fácil litigar ahora contra César? Consiento en ello, si soy el único impedimento para tus esperanzas; pero ¿te soportarán los Paulos, los Fabio Máximo, los Cosso, los Servilios, y esa larga lista de nobles, no de los que ostentan títulos vanos, sino de los honrados por las imágenes de sus mayores?".

Después de conseguir avergonzar a Cinna, le concedió el consulado, reprochándole no habérselo pedido; Cinna fue su amigo fiel y en lo sucesivo nadie le tendió asechanzas.

El texto forma parte de la obra de Séneca "De clementia" que escribió para el emperador Nerón, y así aleccionarle a que actuase de la forma en que había hecho Augusto varias generaciones antes. Que Séneca tome un ejemplo de Augusto para ilustrar a Nerón no debe llevarnos a engaño sobre  la personalidad del primer emperador. La propia Libia señala otros casos en los que dicha clemencia brilló por su ausencia, y cuando Augusto era joven empuñó la espada a la edad en que te encuentras tú ahora -le dice Séneca a Nerón- apenas salido de los diez y ocho años, ya había clavado su puñal en el seno de sus amigos; ya había amenazado por medio de emboscadas el pecho del cónsul M. Antonio y había sido compañero de los proscritos...




No hay comentarios:

Publicar un comentario