martes, 15 de noviembre de 2011

Suicidio en el bosque de Furrina


Los hermanos Graco, que vivieron en el siglo II antes de Cristo y fueron protagonistas, durante unos años, de la República romana, intentaron una serie de reformas sociales, sobre todo en la agricultura, que entonces era como decir en la economía, que han sido juzgadas de diversa manera, pero ya en la antigüedad los Graco fueron objeto de ataques furibundos hasta el caso de que uno, Tiberio, fue asesinado, y Cayo se suicidó antes de caer en manos de sus enemigos. Sus propuestas habían sido aprobadas legalmente por las instituciones republicanas, pero como en otros momentos de la historia y en otras civilizaciones, lo que no se pudo combatir legalmente se "solucionó" mediante el crimen.

Tal vez, como ha señalado Gregorio Hinojo, las propuestas de los Graco eran utópicas para la época. La tierra ha sido siempre objeto de ambición, hasta el punto de que reformas agrarias, repartos, acaparamientos, usurpaciones, han estado a la orden del día. Ya Tito Livio, Dión Casio, Apiano, Plutarco y Diodoro se interesaron por los Graco y sus proyectos reformistas; por su parte Cicerón, en el siglo I antes de Cristo, tuvo una opinión negativa sobre aquellas medidas. Este era de una familia noble, su mentalidad no le permitió concebir reformas que eran absolutamente necesarias para evitar la crisis que padecía buena parte de la población itálica y que amenazaba con la guerra social. La oratoria de Cicerón es una cosa y sus posiciones políticas conservadoras otra. Ya con Catilina -un conspirador, cierto- se mostró implacable cuando sabía que tenía al Senado de su parte, que era lo más fácil. ¿Como iba a permitir el Senado que se pusiese en cuestión el régimen republicano? Pues se puso poco después y desaparecería antes de que se cumpliese un siglo desde los Graco, porque el Senado ya no fue capaz de dar solución a los grandes problemas del imperio romano. 

El reparto de tierras entre la plebe que se encontraba desposeída de ellas, el asentamiento en colonias a los soldados licenciados a quienes se proponía repartir tierras, la concesión de la ciudadanía romana a los habitantes de Italia, ciertas reformas judiciales contra los privilegios de los magistrados, la fijación de precios en el trigo para evitar los daños que ocasionaban los acaparadores, la creación de una clase media de medianos propietarios que pudiesen pagar más impuestos y poner más tierras en cultivo (ager publicus) se fueron aprobando, pero la pretensión de los Graco -uno tras otro- de prolongar sus mandatos, sirvió de excusa para ser perseguidos por las clases oligárquicas y por la institución que las representaba: el Senado. 

Tiberio murió asesinado con varios cientos de sus seguidores y, años más tarde, Cayo se suicidó en el bosque Furrina, donde se rendía culto a la diosa de este nombre, en el monte Janículo, cerca de Roma, antes de que le dieran muerte los asesinos. Sus seguidores fueron masacrados en número de varios miles; la moral estoica de Graco se puso de manifiesto al preferir una muerte producida por sí mismo, ese desprecio por lo contingente, que solo los grandes hombres sienten conscientemente. El suicidio entre los estoicos no tiene nada que ver con el que se desespera, con el loco; el suicidio de los estoicos es el resultado de comprender que nada queda más por hacer en la vida.

Cicerón, años más tarde, censuró a los Graco; no gustaban al aristócrata orador los cambios sociales en la Italia de la que era beneficiario: el gran orador, el hombre injusto y egoísta. 




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