viernes, 6 de julio de 2012

Árabes y británicos contra otomanos


En el marco de la primera guerra mundial el conflicto en Arabia tuvo dos motivaciones: el alineamiento del imperio Otomano con Alemania, que había intervenido en la economía y adistramiento militar de los turcos, y los deseos de independencia de las tribus árabes del oeste, particularmente la máxima autoridad de La Meca y Medina, ciudades emblemáticas para los árabes, Husayn ibn Ali. 

El levantamiento del clan hachemí, que se consideraba parte de la tribu quraish (a la que perteneció Muhammad) se produjo en 1916 con ayuda británica, la potencia imperialista más interesada en garantizar el paso por el canal de Suez y el mar Rojo. El jefe religioso recibió así ayuda británica en su lucha contra los otomanos, de los cuales había estado cautivo hasta 1908. Uno de los objetivos bélicos en la zona (oeste de Arabia) era impedir la circulación del ferrocarril que con técnicos y capital alemán se había construído y que ya estaba en funcionamiento al menos en 1914. Unía Medina con Damasco, pero poco antes de esta ciudad se bifurcada hacia el oeste (Acre) y hacia el este. Los ataques árabes y británicos contra el ferrcarril fueron varios, en los que participó, junto a otras operaciones, Lawrence de Arabia, así llamado más tarde por su identificación con la causa árabe, traicionada sin embargo. 

La región insurrecta, en un principio, fue Hiyaz, en la costa oeste y cercana a La Meca. Luego se sumaron clanes y tribus que poblaban unas y otras regiones de la península, pero la mayor parte de la misma, en el interior, estaba gobernada por los saudíes, descendientes de Ibn Saud, con el nombre de sultanato de Nechd. El caso de Arabia muestra -como otros en la historia- que no siempre los agentes determinantes en un logro son los que se consagran posteriormente. 

El ferrocarril pasaba por entre el desierto (al este) y las montañas cercanas a la costa del oeste; muy cerca de Petra, entre el Sinaí y Palestina meridional, para adentrarse luego en Jordania y llegar a Damasco, en la actual Siria. Cuando la guerra terminó con la derrota de los otomanos, los intereses imperialistas de Francia y Gran Bretaña prevalecieron sobre las aspiraciones de las familias aliadas con esta última. Un acuerdo bipartito anterior, que confirmó la Sociedad de Naciones, repartió en forma de "mandatos" Líbano y Siria para ser administradas por Francia, y Palestina, Transjordania e Iraq por Gran Bretaña. El hijo de Husayn, Faysal, fue nombrado efímeramente rey de Siria en 1920 y luego de Iraq, como si de una pieza de ajedrez se tratase (1921-1933) hasta que Gran Bretaña, con un estatuto espeical, reconoció la independencia de Iraq. 

En Arabia, la antigua rivalidad entre las autoridades de Hiyaz y los saudíes favoreció a estos últimos, que a la postre establecieron la dinastía actualmente reinante a partir de su antiguo sultanano. Contra el mito de la oposición islam-occidente, el ejemplo que aquí señalamos consistió en una alianza árabe-británica (musulmanes y occidentales) contra una potencia también musulmana, el imperio turco declinante. Y es que no son tanto razones religiosas o étnicas las que han condicionado muchas veces la historia, sino la simple ambición de poder.

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