jueves, 26 de julio de 2012

El cura de Freixo

Paisaje de la comarca de Fonsagrada
El clero en Galicia, como en otras partes de España, fue un apoyo fundamental del pretendiente Carlos en la primera guerra civil española del siglo XIX, y en la provincia de Lugo actuó con verdadero denuedo el cura de Freixo que luego pasaría a ser -en pago a sus servicios absolutistas- arcediano de Melide (A Coruña). Durante la guerra escribió una larga "exposición" al pretendiente Carlos en la que se queja de la imposibilidad de centralizar la lucha contra los liberales debido al particularismo de los caudillos guerrilleros, a sus ambiciones personales y a su indisciplina. Las delaciones entre ellos también fueron frecuentes, a tenor del testimonio del cura de Freixo, lo que se combina con la actitud de las autoridades liberales de perdonar a los que se entregaban, quizá no por compasión sino para que sirviese de ejemplo a otros y, de esta manera, minar a la guerrilla carlista. 

No es excepción que un cura coja las armas y lidere a una partida de guerrilleros, por lo menos en el siglo XIX (en el XX la Iglesia más que coger las armas animó a que las cogiesen una parte de los españoles). El cura de Freixo organizó una partida carlista y, junto con su hermano, del que no tenía buen concepto, recorrió las sierras orientales de la actual provincia de Lugo, el sur, el centro y los lindes de lo que hoy son las provincias de A Coruña y Pontevedra. La zona que Juan Martínez Villaverde (el nombre del cura) conocía bien era la de su lugar de origen, Burón, Fonsagrada y los valles orientales de la provincia de Lugo. Junto con el arzobispo de Santiago, Rafael Vélez, y el obispo de Lugo, el cura de Freixo fue uno de los máximos exponentes de la lucha carlista contra el gobierno liberal.

Llegó a ser canónigo de la catedral de Mondoñedo y presidió una nominal Junta Superior Gubernativa de Galicia que nunca fue capaz de aunar los esfuerzos calistas en favor de su causa: el absolutismo, la tradición y los intereses materiales de la Iglesia. El valle de Neira, las sierras de Farelo y Faro, la comarca de Chantada y otras fueron recorridas por los guerrilleros bajo el mando del cura de Freixo. Lo cierto es que las operaciones militares estuvieron casi siempre culminadas por la derrota, pues la superioridad liberal, que contaba con el ejército profesional, era evidente. 

En 1835, además, se firmó el llamado convenio de Elliot, por el que el jefe carlista Zumalacárregui y el liberal Valdés firmaron que no se fusilara a los prisioneros de uno y otro bando y que se intercambiasen, pero en la remota Galicia -y más en las montañas lucenses- no era extraño que tras apresar a un enemigo, "después de haber recibido los socorros espirituales", se le fusilase sin miramientos. 

Además de la obra de Barreiro Fernández sobre el carlismo gallego pueden consultarse las de Castroviejo Bolíbar sobre la sociología de los carlistas en Galicia y la transcripción hecha por Reboredo Pazos sobre la "exposición" del arcediano, que terminaría sus días en el sur de Francia (con un régimen liberal) en 1843.

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