domingo, 15 de julio de 2012

Esclavos (1)


La existencia de la esclavitud, desde la antigüedad hasta el siglo XIX (y si consideramos ciertas situaciones aún podríamos hablar de esclavos en la actualidad) se explica en la medida en que sociedades en lucha han considerado conveniente para su enriquecimiento someter a las vencidas, o bien considerar inferior al extranjero y por lo tanto susceptible de ser convertido en esclavo. Digo "se explica", ya que nunca se me ocurriría decir se justifica. Pero una cosa son las sociedades antiguas, algunas de las cuales quizá carecieron de una conciencia moral clara y definida, y otras son las sociedades modernas, sobre todo desde la expansión del judaísmo, el cristianismo y el islam, por citar tres grandes credos del mundo. Obviamente, también tuvieron concepciones morales religiones orientales y de todas las latitudes.

El cristianismo revolucionó muchas cosas, pero no contribuyó a la desaparición de la esclavitud, y el islam tampoco. Siempre se ha dicho que se deben de juzgar los comportamientos humanos de acuerdo con la lógica del momento en que se producen, pero lo cierto es que tenemos ejemplos de personas que, saliéndose de dicha lógica, denunciaron aquello que consideraron injusto o moralmente reprobable. Un ejemplo equidistante entre el mundo antiguo y la actualidad es el caso de Bartolomé de las Casas, que denunció el trato que recibían los índigenas en las islas de Cuba y La Española en el siglo XVI. Sus obras tuvieron tal repercusión que provocaron una legislación, pero también hubo quienes se situaron en el lado opuesto, como es el caso de Juan Jiménez de Sepúlveda.

Lo cierto es que el materialismo parece explicar el comportamiento de los seres humanos en unas situaciones y en otras: los prisioneros hechos tras la batalla en el mundo antiguo eran convertidos en esclavos. No importaba tanto el sufrimiento que con ello se les causaba cuanto la utilidad que reportaban. El extranjero en la Grecia antigua también era considerado inferior al griego de origen, por lo que ante cualquier disputa podría caer en la esclavitud en la medida en que ello servía a los intereses materiales de las clases poderosas. Algunos cristianos quisieron ver en la maldición de Noé a Cam (de quien procederían los negros africanos) la justificación para considerar a los negros seres inferiores y, por lo tanto, sujetos de esclavitud. Primero se crea la necesidad material y luego se busca la justificación teórica; no se tardará en encontrarla, ya que siempre aparecerá un avispado lector o teórico que plantee lo que interesa a las clases poderosas. Extender esa ideología de inferioridad de otras razas respecto de la propia es cosa del tiempo. 

A lo largo de la historia han sufrido esclavitud indios de América, negros de África, asiáticos, eslavos, blancos cristianos y no cristianos... pero la esclavitud ha sido una institución padecida fundamentalmente por los negros que, a partir del siglo XV, fueron sometidos a un estatuto sin derechos que luego continuó durante los siglos siguientes. Perú, junto con México, fueron los territorios a donde primeramente fueron llevados esclavos negros por parte de los conquistadores españoles. Los expedicionarios portugueses en las costas del oeste de África también desarrollaron una importante trata negrera que representó a unos pocos grandes beneficios. Los árabes en la costa oriental de África llevaron a cabo un comercio de esclavos ya desde la edad media. 

En los siglos siguientes Portugal, Holanda y Gran Bretaña llevaron a cabo la mayor trata negrera que imaginarse pueda, mientras que la Corona española otorgaba licencias para el comercio de esclavos y las leyes de 1542 convertían a los indios de América en vasallos de la Corona para que no pudieran ser sometidos, legalmente, a esclavitud. Lo cierto es que el trato que muchas comunidades negras recibieron por parte de los negreros fue cruel e ignominiosa. Llegaron a diseñarse embarcaciones para mejor transportar a los negros desde África a América, donde trabajarían en las plantaciones, en el servicio doméstico y en las obras públicas. Si se producían motines, o si era necesario por exceso de carga, un número determinado de negros eran lanzados por la borda en alta mar. En tierra, mientras eran cruelmente maltratados por no moverse al ritmo requerido, por desfallecer o por otras causas, el espectáculo era visto por damas y caballeros bien vestidos; en la selva ecuatorial los negros eran cazados con redes, hacinados en las bodegas de los barcos, pasando frío por la noche y un calor sofocante por el día, antes de ser descargados en los muelles de destino.

Poco después eran marcados como ganado mientras sus dueños, los negociantes y los adláteres del oficio asistían con aparente piedad a las misas y otras ceremonias religiosas, perfumados y bien vestidos, como conviene al caso. Durante sus rezos vendría a sus memorias lo fructífero de la última compra en la ciudad vecina.

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