lunes, 16 de julio de 2012

Esclavos (2)

En las travesías desde África al Caribe, Brasil o Florida morían muchos a consecuencia de la desnutrición o los malos tratos. Hay que tener en cuenta que habían pasado por una cautividad tras los enfrentameintos de tribus africanas que, saliendo victoriosas unas sobre otras, retenían a los vencidos a la espera del hombre blanco. No es, pues, una cuestión entre blancos y negros, no es una cuestión racista, es una cuestión económica, de rapiña y depredación. 

Muchos esclavos se destinaron a trabajar en el el azúcar de las islas portuguesas en el Atlántico, otros fueron a parar a las colonias británicas en Norteamérica; por su parte la Corona española autorizó a Francisco Pizarro para instalar negros en Perú, en menor número mujeres. Aquellos esclavos no pasaban, en muchos casos, de los 28 años, por lo que el tráfico negrero era una exigencia de la baja esperanza de vida de los negros en esclavitud, y ello se acusó más cuando se obligó al negro a trabajar en las minas.

Lugares en África como Ovidah, Calabar, Cabinda, Luanda y Zanzíbar eran bien conocidos por los porguueses y por los árabes. "Primero me robaron de África, luego robaron el África de mi", parece que dejó escrito un esclavo queriendo expresar el desarraigo sufrido en el nuevo destino, pena que hay que añadir a la del sufrimiento. Para la Corona española era Montevideo el puerto exclusivo del comercio de esclavos: centralizar permitía un mayor control. Almagro y Cortés, ya en el siglo XVI, también asentaron esclavos en México: negros bozales los recién llegados; negros ladinos los que nacían en el continente americano. Toda una jerga nace adaptada al mestizaje, a las nuevas situaciones que se producen. Los esclavos con defectos físicos o psíquicos se decía que tenían "tachas", aunque sacerdotes y frailes les bendecían cuando eran encaminados a la esclavitud. Al menos, intentar que alcanzasen el cielo.

Los más ricos en América eran dueños de esclavos; la banca inglesa hizo sus negocios con el comercio negrero, sin escrúpulos, solo por el beneficio; al fin no existía la seguridad de que los negros tuviesen alma. Así no es extraño el levantamiento de Pontiac en 1763, cuando los colonos blancos de norteamérica vieron que la Corona británica les negaba traspasar la cordillera de los Apalaches. La gran paradoja es que los primeros cuáqueros que se instalaron en Pensilvania aspiraban a una vida sencilla, sin riquezas, viviendo del trabajo, pero pronto surgieron los indios cristianos moravos, que fueron masacrados a poco que ofrecieron resistencia a los abusos sobre su forma de vida y propiedades. De ello fueron responsables colonos fraanceses y británicos, que habiendo leído a Hume, Voltaire o Rousseau, creían en la libertad y la igualdad, pero no para aquellos que representaban la fuente de su prosperidad.

El doctrinarismo es la característica más relevante de liberalismo burgués desde el siglo XVIII: se abrazan doctrinas que son buenas para uno, pero que se niegan al prójimo. O mejor será no decir "prójimo", porque el negro y el indio no estaban "próximos" a los ricos colonos que formaron una nueva sociedad en América, a imagen y semejanza de la europea, a sangre y fuego. Existe una teoría según la cual la guerra de independencia de las colonias británicas en Norteamérica tuvo su impulso cuando la Corona británica quiso evitar los enfrentamientos con los indios del medio oeste americano y prohibió a los colonos avanzar más allá de los Apalaches: ¿la Corona a favor de los indios? Luego la Corona no estaba con los colonos: se la debe combatir.

2 comentarios:

  1. Desde el e_mail de mi esposa, soy Antonio Velasco. Genial,¡¡¡¡ como siempre. Un abrazo.

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  2. Gracias Antonio. Seguiré en esta línea. Un abrazo.

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