martes, 31 de julio de 2012

Un clero con su pueblo

Curas vascos presos en Carmona
Es interesantísimo el artículo de Francisco Rodríguez de Coro titulado "La Iglesia en Euskal Herria...". En una de sus partes habla de la "identificación popular" del clero vasco con la población, sobre todo rural, lo que va a explicar en buena medida el comportamiento religioso del pueblo vasco sin perjuicio de considerar que, como toda sociedad, es plural. "Casi nada se hizo por dinero", dice el autor citado; así "aquellos ciento y pico curas guipuzcoanos que, durante la II carlistada encabezaban partidas, repartían y tomaban armas -unos románticos, otros destructivos y temibles". Desde nuestra perspectiva actual -y desde la de muchos que vivieron durante el siglo XIX- la misión del cura no era encabezar partidas guerrilleras, como no lo era matar ni decidir que régimen convenía al país, aunque la Iglesia como institución sí que lo ha pretendido -y conseguido- repetidamente. Pero lo cierto es que los curas que empuñaron los mosquetes y los trabucos estaban imbuidos de que actuaban de acuerdo con los intereses de la población campesina, aunque también de los señorores e hidalgos rurales de Vascongadas.

Pero no solo encontramos curas levantiscos. Entre los vascos también los hubo estudiosos de las necesidades de su país, y ahí está el cura de Los Arcos, en Navarra (el autor considera a Navarra dentro de Euskal Herria, en lo que no entro), que fue un pequeño ilustrado de la Sociedad Económica. "La simpática figura del eclesiástico Antonio de Santo Domingo, defensor a ultranza... de los derechos del hombre" de Los Arcos. La de Díez de Arcute, cura de Otazu (Álava)", premiado por su mejor método y más económico de trillar. Otro caso es el de García de Jalón, "eclesiástico de Moreda, que remitía a los Amigos del País otro plan y descripción de una máquina para trillar el trigo".

Curas guerrilleros en una de las carlistadas
Cita a Fermín de Guilisasti, párroco de Aya, "absorbido, junto a su hermano, en el novedoso experimento de fundición, a base de carbón de piedra" (estamos hablando de la segunda mitad del siglo XVIII). El vicario de Zumaya, José de Eizmendi, ha sido considerado como "uno de los párrocos más activos, patriotas y humanos [pues al tiempo de atender su ministerio] no se desdeñaba de bajar desde las cuestiones más sublimes en teología a las más humildes" para ayudar a los marineros. Domingo de Respaldizar fue un franciscano "que se imponía en todas las escuelas del país" con su Tratado de Náuticas o Pilotaje; Manuel de Larrar, de Beizama (Guipúzcoa) "ofrecía... a las Juntas de la Bascongada las observaciones, que él había experimentado, a raíz de una epidemia de ganado". Rafael de Garitano Aldaeta, cura de Santa María de Ojirondo (Vergara) era "celoso y ponderado" habiendo estudiado el cultivo de la patata.

Así buena parte del clero vasco estuvo con el pueblo en los fatídicos años de 1936 y siguientes. Así padecieron fusilamientos los curas vascos de quien se suponía los defenderían, ya que el régimen republicano había sido traicionado por un anticlericalismo mal entendido. Esas provincias vascas a quienes algunos autores han señalado como país de curas los han tenido verdadermente ejemplares, por lo menos entre los siglos XVIII y XX, que es a donde alcanzamos con esta breve reseña tomada del autor citado.

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