sábado, 8 de septiembre de 2012

Cristianización de Prusia

Asedio a Kaunas, 1362

Kaunas se encuentra hoy casi en centro de Lituania, pero antiguamente fue territorio de la Orden Teutónica. La expansión del cristianismo por parte de Europa se anticipa solo unos siglos a la de América. No fue fácil llevar el mensaje cristiano porque al norte del Rin y del Danubio las cosas no estaban para muchas paces en los siglos IV y V. La Edad Media, con su pobreza inicial, impidió la expansión de ideas, pero cuando cesen las invasiones normandas, islámicas, magiares y de los pueblos eslavos, la agricultura prosperará, el comercio aumentará, las ciudades crecerán y ya se darán unas ciertas condiciones para la extensión del cristianismo.

Andrzej Radziminski dice que los clérigos constituyeron unas cien mil parroquias a lo lardo de un período dilatado; en Prusia durante el siglo XIII y en Lituania en el XIV. Dice el autor citado que mientras que los anglosajones se habían cristianizado pacíficamente, así como las tribus merovingias, sin embargo en el siglo VIII los sajones fueron forzados a recibir el bautismo. En ello hubo mucho de la doctrina de Agustín de Hipona: "fuera de la Iglesia no hay salvación", luego para salvar a las tribus de la condenación debían recibir el bautismo a la fuerza. En las tierras pobladas por germanos, eslavos, ugrofineses y bálticos, el bautismo revistió una forma comunitaria, y la decisión de recibir el bautismo correspondía a los príncipes o a los jefes de las tribus, por eso los misioneros (franciscanos y dominicos, pero también otros monjes) se dirigían a ellos.

Radziminski señala que aquellos misioneros se presentaban ante los pueblos del norte de Europa "como emisarios de un Dios fuerte, equipados de toda clase de bienes terrenos y espirituales". Desde el siglo IX la Iglesia señaló que "por mandato de Cristo ha de proclamarse el evangelio a todos los hombres". Habrá que dudar sobre la interpretación que se le da a la palabra mandato. A los que se negaban había que combatirlos, lo que llevó a las órdenes de caballería, y en la zona de Prusia y el Báltico los caballeros Teutones. Estos fueron los que empezaron a llevar la máxima "bautismo o muerte". Por defender la cruz -dice el autor citado- se justificaba la muerte, la violencia y los robos.

Las iglesias locales fueron fundadas por cistercienses, mientras que la Orden Teutónica (un verdadero estado medieval) en 1234 alcanzó el poder político sobre Prusia. A mediados del siglo XIV se establecieron cuatro diócesis: Chelmno, Pomerania, Warmia y Sambia, todas ellas en las tierras de Chelmno, ahora en territorio polaco y no muy lejos de Lodz, en el centro del país. Esas diócesis fueron adscritas al arzobispado de Riga, que fue creado en 1255. Los obispos pertenecían a la Orden Teutónica, pero la cristianización contó con resistencias, una a lo largo de los años cuarenta del siglo XIII y otra en los años sesenta y setenta del mismo siglo.

Vista de Chelmno

Por un pacto al que obligó la Orden Teutónica (1249), la población prusiana se comprometíó a renunciar a las costumbres funerarias y matrimoniales paganas, y a dejar de hacer ofrendas a los dioses, lo que quiere decir que, como en otros muchos casos, la cristianización nominal precedió en mucho a la real. A partir de entonces empezaron las preguntas acerca de los herejes (seguimos al autor citado), no creyentes, blasfemos y también sobre magia y sortilegios, con lo que autoridades civiles y religiosas ejercieron un control sobre la población que a duras penas pudo escapar de él. También se investigaron casos sobe el respeto a los privilegios de la Iglesia y los clerigos, así como los vicios de estos, especialmente la simonía y el concubinato. Se trataba de erradicar el paganismo denunciando los entierros en lugares no bendecidos, comidas organizadas en los cementerios en honor de los difuntos o prácticas religiosas idolátricas.

Luego vino la sempiterna lucha entre el poder civil y el eclesiástico, en un intento de controlar la vida religiosa de los súbditos (con el provecho económico subsiguiente) y de subordinar el poder de la Iglesia al de la Orden Teutónica. Hasta tal punto esto fue así que los decretos de la Orden no eran válidos en las ciudades y dominios de los obispos.

En muchos casos los fieles participaban "en una especie de espectáculo en la misa", y pronto se planteó el problema de los fieles con lenguas distintas cuando el sacerdote predicaba en una que aquellos no entendían, máxime teniendo en cuenta la importancia que los sermones tuvieron en la cristianización de Prusia, pero la vigilancia sobre el cumplimiento de las obligaciones religiosas fue cada vez más estricto. Se establecieron multas cuyo importe se dividió en tres partes, una de llas iba para la adquisición de ornamentos eclesiásticos, otra para el párroco y otra para el alguacil vigilante, por lo que el incumplimiento por parte de los fieles tenía una contrapartida material: ingresos para ciertas autoridades. El hecho de que los obispos se esforzasen en que los sacerdotes no introdujesen novedades litúrgicas es prueba de que se hacían y los fieles se iban acercando cada vez más a las iglesias con motivo de la construcción de una nueva: aparte los pequeños templos parroquiales, imaginemos la impresión que debió causar en aquellas gentes la magnificencia del gótico, con sus baquetones alzados hasta las altas bóvedas, las vidrieras, las fachadas decoradas con estatuas, la amplitud del tempo y la riqueza que todo ello entrañaba.

Imaginemos a un campesino del siglo XV entrando en una catedral: ha llegado esa misma mañana a la ciudad para hacer unas ventas y descubre su cabeza, eleva su vista y observa las nervaduras de las bóvedas, apenas toca la solidez de los pilares, mira con devoción y asombro las estatuas de los santos, esculpidas ya con un naturalismo asombroso, se queda en medio de la gran nave y se arrodilla, musita una oración mientras la luz casi cenital ilumina parte del templo. Allí, en la soledad de la iglesia, el campesino expresaría -más que en misas y ceremonias- lo más hondo de su espiritualidad.


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