miércoles, 3 de octubre de 2012

El cacique Romanones

El conde de Romanones y Alfonso XIII
Hay algunas obras que son casi imprescindibles para conocer cabalmente una época de un país determinado. Para el caso de España y de las primeras décadas del siglo XX, las Notas de una vida (varios tomos) del conde de Romanones es una. También tiene gran interés el artículo de Javier Tusell, Una elección en la época caciquil: Guadalajara (1907),  1979, y también me ha parecido esclarecedora la obra de F. del Rey Requillo, Propietarios y patronos. La política de las organizaciones agrarias en la España de la Restauración (1914-1923). Por último el artículo de Javier Moreno Luzón, El conde de Romanones y el caciquismo en Castilla (1888-1923).

Este último señala que un diputado contemporáneo de Romanones había dicho: "ni la hoja del árbol se ha movido... sin autorización del Conde de Romanones. De acuerdo y con su conformidad, se han nombrado siempre, desde los Gobernadores Civiles y Delegados de Hacienda, hasta los Jueces y Fiscales Municipales, cualquiera que fuese el partido político que ocupase el poder. Los empleados todos, desde el portero de cualquier dependencia del Estado o la Provincia, hasta el más alto de ellos, no se nombraban sin su asentimiento...". En cada elección a Cortes, por lo tanto, el Gobernador Civil, el Delegado de Hacienda, el Juez, el Fiscal, el portero, se convertían en agentes electorales, en caciques al servicio de un cacique, que vendía favores a estos y estos a aquellos para mantener a Romanones en el poder, ya en el Gobierno ya en las Cortes. 

Una total falta de convicciones democráticas en las clases dirigentes españolas -tanto del siglo XIX como en buena parte del XX- ha hecho de la política una práctica repugnante y no el noble arte que teóricamente se predica. El conde de Romanones es paradigma de ese tipo de político que, aupado al poder a partir de una familia influyente, no lo abandonará nunca, salvo cuando un golpe de Estado (1923) que lo coge ya viejo, se haga con sus prácticas para prolongarlas durante siete años más. 

La permeabilidad de los dos partidos más influyentes durante el régimen de la Restauración, el Liberal y el Conservador, hizo que unos u otros personajes pasasen de aquel a este o de este a aquel sin mayor problema: un ejemplo es Maura, pero no el único. Además, una vez que se ponían de acuerdo las elites de cada partido en Madrid, las máquinas electorales de cada uno de esos dos partidos (y las de los demás) "encasillaban" a los candidatos para que saliesen elegidos de acuerdo con la voluntad expresada arriba. En pocos casos se imponía la voluntad del cacique local sobre la del nacional. 

La fortuna de Romanones procedía de la explotación a la que su familia había sometido a los trabajadores de sus empresas mineras de extracción y exportación de plomo en Andalucía. A partir de aquí la familia se fue haciendo con un buen patrimonio inmobiliario y alcanzar así una carrera en leyes o una ingeniería no era difícil, pues los recursos eran abundantes y podían soportar el número de años en la Universidad que hiciese falta. El propio Romanones cuenta en sus memorias: "no perdí momento para ensanchar el círculo de mis amistades... visité un pueblo tras otro, asistí a bodas, entierros y bautizos y fui buscando mis adeptos en todas las clases sociales". Moreno Luzón añade que "obtuvo el apoyo de los conservadores, guiados por su familia, y de los liberales, adictos al poder... La prensa local daba cuenta de sus actividades relacionadas con los pueblos, como las gestiones encaminadas a la concesión de subvenciones para reedificar iglesias, el nombramiento de un escribano... o la entrega de un recurso de alzada contra la subida de las contribuciones". Poco después "se permitía -dice el autor citado- ofrecer una conferencia en el Ateneo [de Madrid] sobre el concepto de sufragio, en la que habló 'de la influencia perniciosa del caciquismo'". El cinismo y la hipocresía, en él, no tuvieron límite ya desde muy pronto. 

Palacio de Buenavista, en Toledo
Fue defensor del sufragio universal, probablemente porque sabía como contrarrestar sus efectos, pero lo cierto es que lo defendió ante quienes querían volver al sufragio censitario. Tuvo buenas relaciones con los republicanos, si bien en esta familia cabe hacer diferencias entre unos y otros, y de hecho será el que se preocupe de buscar una salida al rey Alfonso XIII cuando, triunfantes los republicanos en las elecciones municipales de 1931, negocie con los personajes que se convertirán en el Gobierno provisional de la II República española. 

El cacique de Guadalajara no creía en la justicia social, pero sí en la beneficencia y en la caridad: siempre estuvo vinculado a obras filantrópicas en favor de los pobres en sus asilos, limosnas y bonos de comida, como ha señalado Moreno Luzón. En materia electoral gastó lo suyo para pagar a unos y a otros, ya que no de otra manera algunos caciques locales se prestaban a colaborar en los fraudes, mientras que otros eran pagados con puestos de trabajo y otras prebendas, como se ha dicho más arriba. De todas formas, al triunfo de los partidos conservador y liberal contribuyó la desmovilización de los electores, sabedores de que los "pucherazos" estaban garantizados. Algunos candidatos republicanos solían colarse en las Cortes ante la fuerza que tenían en algunos distritos, y a partir de 1910 el primer socialista, Pablo Iglesias, ocuparía un escaño, pero solo mediante una coalición con los republicanos. 

El cacique Romanones participó activamente en las famosas cesantías de funcionarios cuando, tras el triunfo de su candidatura, tocaba despacharlos para colocar en su puesto a los partidarios: todo un ejemplo de arbitrariedad y abuso. Participó en las negociaciones con Francia para el reparto de Marruecos en favor de dicho país y España, en lo que demostró pocos escrúpulos, pues su familia -y él mismo- tenía intereses económicos en el Rif. Liberal en lo religioso, incluso puede calificársele como moderadamente anticlerical y claro partidario de la separación entre el Estado y la Iglesia. Irónico y sangrante es que fuese nombrado miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, pero estas cosas suelen ocurrir cuando alguien ha tenido tanta influencia durante tanto tiempo, recursos económicos sobrados y amistades privilegiadas, como el mismo rey Alfonso XIII. 

Durante treinta años casi no dejó de estar en el Gobierno o en alguna institución importante del Estado. En 1901 fue nombrado Ministro de Instrucción Pública y en 1906 de Agricultura, Industria y Comercio durante un breve tiempo, porque meses más tarde ocuparía la cartera de la Gobernación. En 1910 vuelve a la cartera de Instrucción Pública y en 1912, tras el asesinato de Canalejas, ocupa durante un año la Presidencia del Consejo de Ministros. En 1913 es Ministro de Gracia y Justicia (otra paradoja) y en 1916 de Estado, siendo partidario de la neutralidad de España en la primera guerra mundial. En 1918 vuelve a la cartera de Gracia y Justicia por poco tiempo, para volver a ocupar la de Instrucción Pública, de Estado y de nuevo Presidente del Consejo de Ministros. En 1922 de nuevo será Ministro de Gracia y Justicia y en 1923, en vísperas del golpe de estado de Primo, Presidente del Senado. En 1931 era Ministro de Estado cuando la monarquía caía víctima de tanto cacique, prohombres sin escrúpulos, liberales de boquilla, partidarios de mantener a España en manos de unos pocos y de combatir cualquier cambio que afectase a su estatus e intereses. 

El conde de Romanones puso su inteligencia -no poca- al servicio de una España tradicional, aunque él militase en las filas del liberalismo doctrinario. No destacó por el regeneracionismo que sí caracterizó a otros, incluso conservadores, como Silvela o Maura. No tuvo la altura política de Canalejas, pero sí la astucia para mantenerse en el poder antes y, sobre todo, después del desastre del 98. De aquel mazazo no pareció el conde sacar las lecciones necesarias, por más que en la política de la época se manejase como pez en el agua. Supo llegada su hora con la II República española, y entre la guerra civil y su muerte en 1950 no parece que se oyese su voz para condenar un régimen criminal: parece que se notaba ya, para esos trotes, demasiado viejo. (Arriba, palacio de Buenavista, en las afueras de Toledo sobre el Tajo. Construído en el siglo XVI para el cardenal Sandoval, mucho más tarde pasaría a la familia del cacique Romanones).

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