sábado, 17 de agosto de 2013

Dos valles leoneses

Puente sobre el río Porma
En la vertiente meridional de la cordillera Cantábrica, al nordesde la provincia de León, nacen los ríos Curueña y Porma. El primero entre los puertos de la Vegarada y San Isidro y el segundo en las proximidades del puerto de las Señales. Estos ríos, caudalosos para su poca anchura, se encajan a veces en los estrechos valles por los que discurren y en ocasiones pasan por entre prados donde pastan vacadas y caballos. Llegan a confluir muy cerca de Cerezales del Condado, relativamente cerca de la ciudad de León. 

El Porma sigue entonces, una vez recibe las aguas del Curueño, y desemboca en el Esla, cerca de Villaverde de Sandoval, donde se encuentra el monasterio de Santa María, obra del siglo XII aunque fue objeto de numerosas reformas, conservándose casi solo la iglesia. Aguas arriba del río Curueño se pueden ver numerosos puentes de factura medieval, aunque quizá conserven algo de época romana. Reformados algunos con dudoso gusto, otros mantienen la estética antigua con acierto. El paisaje es extraordinario y todavía más cuando llegamos a las hoces de Valdeteja, pueblecito que queda un poco desplazado hacia el oeste. Las moles pétreas acompañan a la carretera y al río hasta Nocedo, donde se puede ver una espectacular cascada, y luego Valdepiélago, capital municipal y la aldea de Ranedo de Curueño. Desde La Vecilla el paisaje montañoso va desapareciendo y se abre la meseta camino del sur.

En el alto Porma han quedado lagos quizá de origen glaciar, como es el caso de Isoba; más al sur el hombre ha construído un embalse, entre Camposolillo y Valdecastillo. Poco más al sur se encuentra Boñar, la villa más importante y animada de gente, que quizá deba su nombre a la existencia de alntiguos baños. Por la villa pasa el ferrocarril que se construyó para unir la zona minera que tenía su capital en La Robla hasta Bilbao. Lo más destacado, además del paisaje, es la iglesia de San Pedro, obra del siglo XVII.

El Curueño y el Porma son ríos trucheros y salmoneros, descendiendo con rapidez desde las alturas hasta la meseta. Los prados y los árboles copiosos, junto con las grandes rocas peladas de vegetación por la erosión nivosa, acompañan al viajero durante todo el camino. No es extraño ver en las villas y aldeas grandes pilones con caños que vierten agua a raudales, consecuencia de la bundancia de la misma. Los veranos son calurosos, pero una brisa casi constante hace que a la sobra que esté muy bien y los inviernos son fríos por el aislamiento del mar y la altura. 

Unos kilómetros al este puede visitarse el Museo de la Minería y la Siderurgia, en Sabero. En una gran nave formada por ojivas enormes, junto con otras dos más pequeñas con arcos de medio punto, tuvo lugar la primera experiencia siderúrgica con alto horno en España. La minería del carbón fue, sin embargo, la riqueza de la región. El museo, establecido hace unos pocos años, aprovechó las instalaciones siderúrgicas de mediados del siglo XIX, construídas por la una sociedad palentino-leonesa de capital español. Con su farmacia de la época, sus paneles explicativos, dibujos y recreaciones, reproducciones de la maquinaria, etc., es un museo digno de verse, que rinde tributo a las gentes que trabajaron en condiciones muy peligrosas. 

Cerca de Sabero está la modesta cueva de Valdeajo, con estalagtitas y estalagmitas. No puede compararse a la grandiosa -y cercana- de Valporquero, pero es un atractivo más de esta comarca minera donde se está trabajando para evitar las escombreras de carbón que han quedado de las antiguas explotaciones.

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