domingo, 29 de noviembre de 2015

Los reyes del Ponto




Entre los siglos III y I antes de Cristo el reino del Ponto ocupó un territorio al sur y este del mar Negro, pero en ocasiones se extendió hacia Bitinia, Capadocia e incluso Tracia. Sus reyes tenían un origen persa, pero el reino –y la propia corte- fue helenizada por las colonias griegas a las orillas del mar Negro: las colonias colonizan culturalmente a la metrópoli, cabría decir. En la corte la helenización se dio porque algunos reyes pónticos se casaron con griegas, en ocasiones de la estirpe macedonia de Alejandro Magno.

El mayor grado de influencia de lo helénico, según Luis Ballesteros (1), se dio en época de Mitrídates VI Eupátor, con capital en Sinope, en el centro de la costa norte de Anatolia, saliendo en una pequeña península hacia el mar. En época de Jenofonte (siglos V-IV a. de C.) era ciudad importante pero más tarde fue incorporada al imperio persa de los Aqueménidas. De todas formas, en el siglo II la corte ya se encontraba organizada según el modelo helenístico de los sucesores de Alejandro.

Ha sido Estrabón, como en tantas ocasiones, el que nos ha dejado testimonio del Ponto, pues era natural de Amasya, no lejos de Sinope pero en el interior de Anatolia, que estando a gran altura, aún así necesitó ser fortificada en la antigüedad. No es extraño que Estrabón, ya en el siglo I a. de C., hubiese asimilado por completo la cultura griega. Por su parte, los reyes pónticos estaban orgullosos de compartir el origen persa y la cultura griega.

Los reyes del Ponto se sucedían hereditariamente según la voluntad del que reinase en cada momento, eligiendo generalmente al mayor de sus hijos legítimos, contrariamente a lo que ocurría en Capadocia, donde la nobleza debía aceptar la elección del sucesor. Entre los reyes del Ponto existió la costumbre –aunque no en todos los casos- de casarse con hermanas, a fin de afianzar aún más la legitimidad del heredero. En ocasiones se asociaba al poder al heredero: Antíoco III sucedió a su hermano Seleuco III cuando este fue asesinado, pero ya era gobernador de algunas satrapías. Algo parecido ocurrió con los Ptolomeos respecto a Chipre y Cirenaica, según señala Luis Ballesteros, y en general la asociación al trono del heredero fue común en los reinos helenísticos. El hecho de que la mayoría de los reyes pónticos se llamasen Mitrídates no tiene nada que ver con el culto a Mitra, pues no parece haya aumentado durante sus mandatos, todo ello si exceptuamos el caso de Farnaces II, que lucharía contra César en el siglo I antes de Cristo.

Los herederos asociados al trono cumplían una función militar: la ciudad costera de Amastris, en la costa norte de Anatolia, al oeste de Sinope, fue conquistada por Ariobarzanes, hijo de Mitrídates I, y otros príncipes herederos lucharon al frente de ejércitos contra Roma o fueron gobernadores de algunos territorios sobre los que el Ponto ejercía influencia (Capadocia). Cuando Mitrídates Eupátor (VI) llegó a un momento avanzado de su reinado (88 a. de  C.) trasladó su capital a Pérgamo, otra muestra de helenización creciente; Arcatias, más adelante, fue encargado de incorporar Tracia al dominio póntico. Tras la muerte de Mitrídates en el año 83 a. de C. el Bósforo fue asignado a Macares, uno de los hijos del rey.

Más de dos siglos de dinastía heleno-persa permitieron que el Ponto se helenizase hasta la Cólquide, manteniendo dicho estado continuos enfrentamientos con los reinos helenísticos, con Capadocia y Bitinia, más tarde con Roma, hasta que esta incorporó el reino a sus dominios.

Fuente: Ballesteros Pastor, Luis; “El reino del Ponto”, 2005.

sábado, 24 de octubre de 2015

El triunfo de Emilio Paulo



Restos de Pidna (http://www.wondergreece.gr/v1/en/Regions/Pieria_Prefecture/Culture/Castles/11067-Ancient_Pidna)

En el norte de Grecia y a orillas del Egeo se encuentra Pidna, la ciudad donde en 168 antes de Cristo tuvo lugar una batalla que engrandeció al aristócrata romano Emilio Paulo. Con ello terminó lo que se conoce como tercera guerra macedónica y vencido Perseo, último rey de la dinastía antigónida. Antes, Emilio Paulo había sido derrotado por los lusitanos en la península Ibérica, dejando en el campo de batalla mil hombres, según las fuentes antiguas.

Emilio Paulo partició –según Javier Navarro- en la formación de unos lazos de amicitia que generaron el grupo político más influyente de la vida romana en ese momento (a partir de 182 antes de Cristo). Este grupo, además de dirigir la expansión militar de la república romana, recibió con gusto las influencias helenísticas, lo que para la aristocracia era un orgullo. A esta amicitia se unieron los miembros de la gens Servilia, otra de la nobleza. Estos lazos le valieron a Paulo para alcanzar un segundo consulado en 168, lo que le permitió combatir al rey macedonio y apresarlo junto a otros once mil prisioneros (1), por lo que se celebró un triunfo de tres días de duración.

Es precisamente tras la batalla de Pidna cuando Emilio Paulo demostró su perfil más helenista: realizó un viaje por toda Grecia para asentar partidos prorromanos en ella; en Atenas solicitó un tutor para un hijo suyo y se le ofreció al filósofo Metrodoro, que además era pintor. En este viaje tuvo su primer contacto con Polibio pero antes de abandonar Grecia decidió organizar en Anfípolis, al nordeste de Pidna, un triunfo sobre Perseo: su intención fue involucrar al mundo griego en las costumbres romanas. En él, Paulo, con un velo en la cabeza, leyó un discurso en latín mientras que un pretor traducía al griego. Macedonia quedó dividida en cuatro partes con expresa prohibición de acuerdo alguno entre ellas. Tras unas competiciones de atletas Paulo procedió a la clausura de los juegos de la ciudad encendiendo una enorme pira de armas de los macedonios vencidos.

La parte más brutal de este romano refinado y aristócrata fue la destrucción de setenta ciudades en Epiro, otras en Macedonia y Etolia, la deportación o esclavización de ciento cincuenta mil personas y la persecución despiadada de todo elemento antirromano. Su helenismo no tenía nada que ver con los objetivos políticos: dominar Grecia. Como botín personal se quedó con la biblioteca del rey Perseo y a su regreso a Roma celebró un triunfo.

El primer día –dice Javier Navarro- contempló el desfile de doscientas cincuenta carretas cargadas de pinturas, estatuas y todo tipo de obras de arte obtenidas del saqueo de Macedonia. Al día siguiente una larga columna portaba las armas de los macedonios conquistados en Pidna y setecientos cincuenta toneles con tres talentos de plata cada uno. El último día se destinó para el triumphator: el cortejo se inició con ciento veinte bueyes destinados al sacrificio y que se prepararían en una cena para sesenta mil personas; nuevas carretas con objetos de oro y sobre todo cuatrocientas coronas enviadas por otras tantas ciudades griegas; luego los carruajes portando a los hijos de Perseo y al propio rey y por último el vencedor seguido por su ejército y coronado de laurel.

El triunfo suponía la máxima gloria para un imperator. Este vestía de púrpura, adornado de oro moviéndose en procesión. Junto a él desfilaban los lictores, magistrados, senadores, soldados y cautivos de guerra. Los clamores de todo el mundo a su alrededor lo elevaban a la categoría de los dioses, por ello no era de extrañar que un esclavo le susurrara al oído: “mira tras de ti, recuerda que eres un hombre” (respice post te, hominem te esse memento).

Emilio Paulo murió en 160 a. de C. y su funeral fue grandioso: se suspendieron todos los negocios públicos y una enorme procesión con las máscaras de sus antepasados y las representaciones de Hispania, Liguria y Macedonia le acompañaron a la pira, a la vez que se celebraban juegos gladiatorios y representaciones teatrales. Buen consejo el que los esclavos daban a los que, en vida, celebraban un triunfo.  


(1) Javier Navarro, “El impacto del helenismo en la aristocracia romana…”.


jueves, 22 de octubre de 2015

Atenas en época de Epicuro


Moneda griega de época helenística


Epicuro vivió, sobre todo, en Atenas y en Samos cuando en la primera ciudad tuvo lugar uno de los períodos más turbulentos de su historia, el que media entre la guerra contra Filipo II de Macedonia (340-338 a. de C.) y el comienzo de la guerra de Cremónides (267). Para los atenienses, o para su oligarquía, los macedonios eran unos extranjeros que no merecían estar a la altura de los griegos. Así lo demostró Demóstenes en sus “Filípicas” y en su declaración de guerra, comprometiéndose la ciudad de Perinto (al oeste de Bizancio) con Atenas, por lo que sufrió un asedio en 338 a. de C. Ya antes había sido asediada Bizancio. La batalla que se libró en Queronea (Beocia) llevó a Atenas y sus aliadas a la derrota.

La guerra de Cremónides (267-261 a. de C.) también tuvo como enemigos a una coalición de ciudades griegas y Macedonia. Atenas y Esparta, entre otras ciudades, deseaban volver al régimen perdido de independencia, incidiendo en ello el rey grego-egipcio Ptolomeo II Filadelfo, que deseaba restar influencia al reino macedonio. La coalición griega estuvo comandada por Cremónides, uno de los más destacados opositores a los antigónidas macedonios. El final de la guerra fue también el fin de lo que quedaba de independencia de Atenas y otras ciudades griegas.

Aunque Epicuro no había nacido en Atenas se le considera ateniense, pues era miembro de una cleruquía en Samos. Los clerucos fueron ciudadanos a los que se concedía un lote de tierra para que defendiesen un territorio, en este caso Samos, que había sido conquistada por el estratego ateniense Timoteo en 365 a. de C. Su familia era de extracción relativamente humilde y en Samos nació Epicuro a principios de 341 a. de C., pocos años antes de la derrota de Queronea.

Pero la derrota supuso una afirmación de la democracia, de forma que a partir de 338 se construyeron nuevas atarazanas en el Pireo y se incrementaron cada año con el objetivo de combatir la piratería en el Egeo (1). En 330 se inauguró un estadio (el llamado de Licurgo) y por estos años se añadieron nuevos asientos en el teatro de Dioniso, se renovó el Liceo, con su palestra, y la Pnyx (2), la colina donde se reunía la asamblea. En fin, se erigió un templo en honor de Apolo Patroos (de los antepasados) en el ágora.

Poco después de la muerte de Filipo (335), Eucrates introdujo una ley contra la tiranía y la oligarquía y se reformó el entrenamiento de los efebos, de los que formaría parte Epicuro y el comediógrafo Menandro que, al contrario que aquel, procedía de una familia pudiente. A partir de los dieciocho años, todo efebo ateniense debía servir dos años, el primero de los cuales en Muniquia (colina fortificada cerca de el Pireo) y en el Pireo y el segundo en el territorio rural de la ciudad. Los efebos aprendían atletismo, a luchar en formación, a tirar la jabalina, a manejar el arco y a emplear catapultas. Esta coyuntura fue aprovechada para estimular un movimiento antimacedónico en Atenas encabezado por Demóstenes e Hipérides, este discípulo de Platón.

Epicuro conoció durante su juventud la conquista de una parte de Asia por Alejandro y con el comienzo de la guerra lamíaca llegó a Atenas. Esta guerra se desarrolló entre los años 323 y 322, un conflicto en el que intervinieron Grecia y sus poleis aliadas contra Antípatro el macedonio, que acabaría definitivamente con la autonomía de las poleis. Una guarnición macedonia se instaló permanentemente en Muniquia y los retores Hipérides y Demóstenes fueron condenados a muerte, se estableció en Atenas una oligarquía que solo reconoció la ciudadanía a los que contasen con una fortuna considerable.

Para Epicuro las consecuencias fueron graves, pues tuvo que volver a Samos, pero al poco tiempo los clerucos atenienses fueron expulsados por Pérdicas, uno de los sucesores de Alejandro. Pero los clerucos no fueron expulsados sin oposición, hasta el punto de que en 319, el general macedonio Poliperconte decretó la vuelta de los atenienses, aunque tal decisión nunca se hizo efectiva. Epicuro quedó convertido en un meteco, un extranjero en su propia tierra. Según José Pascual estuvo en Teos, en la costa oeste de Anatolia, donde frecuentó al filósofo Nausífanes, discípulo de Demócrito. Luego estuvo en Colofón (Jonia), Mitilene (en la isla de Lesbos) y Lámpsaco (en el estrecho de Dardanelos) y es en estos años cuando Epicuro comenzó a dedicarse a la filosofía, abriendo una escuela y teniendo a sus primeros discípulos. Luego volvió a Atenas en 307, pues había tenido lugar el final de la oligarquía, además de que se produjo una querella entre Epicuro y la escuela peripatética, pues había empezado a criticar al aristotelismo.

También influyó en la vuelta de Epicuro a Atenas el decreto de Sófocles, datado en el año 307 a. de C., por el que todas las escuelas de filosofía obtuvieran licencia de la Asamblea para poder actuar. Tras su aprobación, los filósofos, encabezados por Teofrasto (3), rechazaron que se pudieran controlar sus actividades y abandonaron Atenas. El escándalo fue grande y Filón, un antiguo discípulo de Aristóteles, acusó a Sófocles de haber ido contra la constitucionalidad de la ciudad. El juicio que siguió, a pesar de la defensa que hizo de Sófocles, Democares (4), la mayoría encontró culpable a aquel y la ley fue revocada. José Pascual señala que el decreto de Sófocles iba dirigido contra el Liceo, que era sospechoso, no sin razón, de oponerse a la democracia y de amistad hacia Macedonia. El Liceo, llamado así por encontrarse cerca del templo de Apolo Licio (en uno de los gimnasios de Atenas) donde Aristóteles había impartido enseñanza. Entonces Epicuro fundó El Jardín, su escuela de filosofía, y La Estoa nacería en 301 de la mano de Zenón.

Atenas, no obstante, siguió con problemas: en 306 el rey macedonio Casandro la atacó y sus tropas tomaron Filé, Panactón y Salamina, acudiendo en ayuda de la ciudad Demetrio Poliorcetes (“asediador de ciudades”) rey de Macedonia poco después, el cual restauró la democracia en parte. Pero antes (303) Casandro volvió a atacar Ática por Eleusis, El Pireo y Muniquia, aunque sin éxito. Tras la batalla de Ipso (Frigia, interior de Anatolia) (5) en 301 Atenas trató de librarse del dominio de Demetrio, pero ello le llevó a la tiranía en la persona de Lacares, posiblemente con el apoyo de Casandro.

Más tarde una oligarquía gobernó Atenas hasta que en 287 sus habitantes se rebelaron y expulsaron a una guarnición macedonia, que no obstante siguió controlando El Pireo y algunas fortalezas en el Ática, lo que hizo que los sentimientos atenienses contra los antigónidas no cesasen, pretendiendo establecer vínculos con una confederación etolia y con los lágidas de Egipto. Combates contra los gálatas y de nuevo contra Macedonia (guerra de Cremónides, retor ateniense partidario de los lágidas) jalonan esta etapa de Atenas, siendo el resultado desastroso para la ciudad.

(1)   José Pascual, “Epicuro y Atenas: la creación de una comunidad identitaria distinta de la pólis”,

(2)   Sobre una zona rocosa, cerca de la acrópolis, a más bajo nivel que esta.

(3)   Relacionado primero con Platón y luego con Atistóteles.

(4)   Sobrino de Demóstenes.

(5)   Se enfrentaron diversos generales sucesores de Alejandro: Seleuco, Casandro y Lisímaco de Tracia contra Antígono I y su hijo Demetrio, siendo derrotados estos últimos.


viernes, 16 de octubre de 2015

Esclavos en Vigo

Antiguo puerto de Vigo: fotografía de http://www.exdya.com/vigo-antiguo/
La proximidad a Portugal hizo que Galicia contase con numerosos casos de esclavos que llegaban a sus puertos, como es el que recoge Caroline Ménard en un número de "Cuadernos de Estudios Gallegos" (1). Señala la autora que entre finales del siglo XV y principios del XVI el volumen de esclavos en Castilla cambia notablemente debido a la expansión colonial portuguesa por las costas africanas. El total de esclavos en el conjunto de España, a finales del siglo XVI, sería de 100.000. 

En Galicia había esclavos negros pero también moriscos, turcos y berberiscos. Después de la llegada de Colón a América algunos nativos fueron traídos como esclavos a la península, pero la trata fue condenada. En el caso de Galciia los primeros contactos con América se hicieron a través de la Casa de Especiería de A Coruña: medio centenar de amerindios originarios de América del norte llegaron a Galicia en la expedición de Esteban Gómez, realizada en 1525, aunque no pudieron ser vendidos como esclavos por ser considerados súbitos de la Corona, contrariamente a los nativos de Brasil que llegaron también tras la expedición de Loaysa en 1527. Gómez había nacido en Porto, siendo cartógrafo y explorador al servicio de la Corona de España con Fernando de Magallanes. En 1524 llevó a cabo una exploración de la costa atlántica de Norteamérica, lo que posibilitó describir esa costa en un mapa. El fralile Loaysa descubrió el cabo de Hornos y las islas Marshall, así como llevó a cabo una expedición para colonizar las islas Molucas, en diputa con Portugal.  

Caroline Ménard señala que además de un tráfico de esclavos en el océano Atlántico existió otro en el Índico, menos estudiado. En este caso los europeos no impusieron un sistema complejo, como sí en el caso de África, sino que aprovecharon los circuitos esclavistas preexistentes. Los portugueses fueron de los primeros europeos en llegar a la India por mar, redistribuyendo nativos de varias regiones por toda Asia sobre la base de sus feitorias. Fue entonces cuando muchos esclavos provedentes de India, China, Bengala, Macao y el este de África alimentaron los mercados de Goa, Cochín (en el suroeste de India), Manila y Aceh (en el extremo norte de la isla de Sumatra). Así llegaron los primeros esclavos asiáticos a España.

En 1507 aparece un primer testimonio sobre un joven esclavo indio natural de Calicut (al norte de Cochín) en Galicia. Un fraile franciscano era su dueño, teniendo Antonio, que así fue llamado el esclavo, diez años de edad. El documento donde se habla de la compra de este esclavo dice que era de la casta cumbrín (2). Otro documento de 1603 habla de la venta a un coruñés de un esclavo al que se llama Domingo, de casta bengala. En ambos casos el vendedor es un marinero portugués de la Carreira da India, que está de paso en el puerto de Vigo por encontrarse allí las naves del rey, este caso de España y Portugal.

En la costa occidental de Birmania existió el reino de Rakáin o Arakán, cuyos reyes se prestaron gustodos al tráfico de esclavos en todas direcciones, aliados con los portugueses, registrándose entonces la compra-venta de niños de corta edad. Los dos esclavos indios que encontramos en Galicia fueron comprados en Cochin, ciudad fortificada por los portugueses y luego puerto relevante para el comercio de las especias y de esclavos.

(1) "Un esclavo que se llama Antonio"... LIX, número 125, 2012.
(2) Dice la autora que quizá sea una deformación de la palabra currumbin, grupo social inferior dentro de la sociedad india. 

lunes, 12 de octubre de 2015

Rebelión en Pérgamo



En el siglo II a. de C. hubo en el reino de Pérgamo una de las rebeliones de esclavos y gente de condición humilde más importantes que registra la historia antigua. La dirección de las operaciones fue llevada a cabo por Aristónico, hijo del rey Eumenes II de Pérgamo, que pretendió heredar al trono a la muerte de Atalo III, acusado de crímenes muy propios de la antigüedad (aunque también posteriormente).

En el mundo helenístico, como en otras etapas históricas y contextos, existió un gran descontento de los esclavos por el trato recibido, lo que se agravó por la enorme diferencia entre la minoría griega que gobernaba los reinos en los que se dividió el imperio de Alejandro y el resto de la población, generalmente residente en el campo y escasa o nulamente integrada en el mundo griego.

Según J. Lens (1) Aristónico logró, en un principio, apoderarse de una parte de la flota real y ocupar Elea y Éfeso (en la costa oeste de Anatolia) pero solo comunidades como la de Cime y Focea aceptaron seguir al pretendiente, aquella en la costa noroccidental de Anatolia). La flota de Éfeso, sin más, fue capaz de derrotar a Aristónico, lo que quiere decir que se lanzó a las operaciones con pocos efectivos. Es el momento en que una comisión del Senado romano llega a la región para encargar a los reyes del Ponto, Bitinia, Capadocia y Paflagonia que medien en el conflicto, pues Roma no envió tropas hasta el año 131 a. de C. Esta expedición fue dirigida por el cónsul Publico Licinio Craso Dives Muciano (para distinguirlo de otros con los mismos nombres) pero fue derrotado por Aristónico en Leucae; capturado cerca de Esmirna y dado muerte.

Según el autor a quien seguimos, cuando los romanos llegan a Anatolia, Aristónico se encontraba en el interior de la península estableciendo su reino heliopolitano en la región del alto Caico, río anatolio próximo a la costa oeste y desemboca en el Egeo, pues las emisiones monetarias proceden de Tiatira, Apolonia y Estratonícea (entre Lidia y Misia la primera). Como estas emisiones son de 133 a. de C. parece que estos núcleos debieron ser el centro de la revuelta de Aristónico, cuyos afanes igualitarios parece que se mezclan con la ambición de poder. Lo que parece claro es que el grueso de sus seguidores estaba formado por esclavos y otros desposeídos, jugando un importante papel los tracios y los misios.

Hoy existen varios estudios que demuestran la enorme desigualdad que existía entre la minoría griega que vivía en las ciudades helenísticas (no solamente en el reino de Pérgamo) y el resto de la población, que vivía en zonas rurales y dedicada a actividades primarias. Las organizaciones tribales indígenas fueron reacias durante mucho tiempo a la civilización y dominio griego. Mientras que Éfeso y Mileto, por ejemplo, tenían una gran importancia comercial gracias a sus puertos, el resto de la población, en el interior de Anatolia, vivía al margen de las autoridades griegas salvo para pagar impuestos.

En primer lugar la mayor parte de la tierra era propiedad del rey (en el caso de Pérgamo). Las ciudades, a su vez, poseían extensiones rurales de extensión menor que las anteriores y ciertos personajes y los templos gozaban de tierras cedidas por el rey. Por otro lado había un porcentaje importante de esclavos entre la población, la mayoría asiáticos que, entre los siglos III y II antes de Cristo vieron empeorar su situación, de ahí el descontento y las revueltas, entre las que la de Aristónico fue quizá la más importante. Pero se conocen también la de Andrisco en Macedonia, en Delos, Laurión (al sur de Ática), Sicilia y al sur de la península Itálica. Algunas de estas revueltas quizá fueron agravadas por la expansión romana, pues incluso tratándose de campesinos, muchos de ellos se fueron endeudando hasta perder sus propiedades, situación que se verá también en la Edad Media europea.

 (1) "Crisis en Pérgamo en el siglo II a. C."

domingo, 11 de octubre de 2015

Una lámina de bronce samia




Frente a las costas de Jonia se encuentra la isla de Samos, con algo más de 477 km2, siendo su monte más elevado el Ampelos. El Heraion fue un santuario en honor de la diosa Hera, al sur de la isla, y en él se ha encontrado una lámina de bronce en forma de creciente lunar de finales del siglo VII a. de C.  Según Pilar León (1) que sigue a otros autores, se representa la lucha de Herakles y Geryon, siendo este un gigante formado por tres cuerpos con otras tantas cabezas, seis piernas y seis brazos. Vivía en la isla que hoy ocupa la actual Cádiz y se dedicaba a la ganadería, lo que está reflejado en la lámina aquí comentada, con venados de largos cuernos y otros animales más o menos fantásticos.

Fue precisamente el robo de los rebaños de Geryon por parte de Herakles lo que provocó su enfrentamiento, venciendo este último. La autora citada abajo ha realizado un trabajo en el que estudia las relaciones entre griegos y pueblos ibéricos en la época arcaica (hasta el siglo VI a. de C.) que es cuando considera la influencia griega en la península Ibérica fue mayor. Fueron precisamente samios y foceos los griegos que más visitaron las costas mediterráneas de Iberia, dejando muestra más o menos efímera y escasa en Huelva, Cádiz y Málaga, antes que en Emporion. Estos restos son sobre todo cerámicos, pero también algunas monedas de origen fenicio.

En fundaciones fenicias habrían existido barrios griegos claramente diferenciados, además de enclaves propios dentro del ámbito cultural fenicio. En la costa de Málaga, a finales del siglo VIII y principios del VII ya hay testimonio de griegos, antes por lo tanto que en Massalia y bastante antes que en Emporion (en torno al 600 a. de C.). Luego las factorías griegas se extenderían por el Levante peninsular.

La riqueza de las costas mediterráneas de Iberia habría asombrado a aquellos griegos, que no obstante colonizaron con menor intensidad que la Magna Grecia. De aquello da alguna muestra la lámina que aquí comentamos, donde se representa el paisaje de Gadir, a cuyo resultado se llega por la presencia del drago gaditano. La mayor parte de la lámina está decorada con toros, cabras y aves rapaces, mientras que solo un tercio se dedica a la lucha de los dos personajes mitológicos.

La forma de creciente lunar induce a pensar que la pieza pudo haber servido de pectoral, pero lo cierto es que no hay orificios en sus extremos para sujetarla por detrás del cuello, pero lo que está fuera de duda –según la autora a la que sigo- es su carácter votivo, por sus dimensiones considerables (53 cm. de ancho y 88 cm. de largo siguiendo el borde inferior). Véase la imagen de la lámina comentada en http://www.upo.es/arqueologia/_galerias/descargas/Romvla-2.1.pdf

(1) "Jonia e Iberia", 2003.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Política al final de la república romana




Sila, Mario, Pompeyo, César y otros practicaron, según Francisco Pina Polo, un “individualismo competitivo” en medio de las corrientes ideológicas del final de la república romana (1). El mismo autor señala que la historia política de la república romana se ha basado en el estudio de las grandes figuras políticas y militares, donde la nobleza tenía casi un monopolio. Las diversas facciones no parecen haber implicado una alianza duradera de familias o individuos, sino una combinación coyuntural. Salustio (2) habla de facciones peyorativamente, porque estas no tenían programas definidos, sino que eran plataformas para aspiraciones personales.

Las antiguas gentes, que pervivían en la época que estudiamos, ya no tenían, sin embargo, la coherencia de antaño y dentro de las gentes había individuos que separaban sus intereses del resto, es decir, las gentes no actuaban como unidad. Las alianzas eran generalmente efímeras, como las cotiones, o ententes electorales para eliminar a un adversario, pero nada más. Así se refiere Asconio (3) a la unión entre Catilina y Cayo Antonio contra Cicerón. En definitiva, no había partidos políticos ni programas fijos, pero cada dirigente se procuraba una serie de clientes que fueron la base permanente para el ascenso, clientes que vinieron del extraordinario incremento del número de ciudadanos romanos, sobre todo con la concesión de la ciudadanía plena a todos los itálicos tras la guerra social entre 91 y 88 a. de C. No obstante, su inclusión masiva en el censo hubo de esperar al año 70 a. de C., aunque solo una pequeña parte hizo uso habitualmente del voto. Los electores, además, estuvieron dispuestos a dar su apoyo a quien les ofreciera más beneficios.

Ya durante las últimas décadas del s. II a. de C. diversas leyes tabelarias (4) habían promovido la introducción progresiva en los comicios electorales, judiciales y legislativos el sufragio escrito y secreto, lo cual hizo más difícil controlar a los clientes y la movilidad social, en el siglo I a. de C., fue mucho mayor que con anterioridad, lo que posibilitó el acceso a la política de hombres “nuevos”, sin lustre nobiliario. Arraigó entonces la costumbre de situar las tumbas a lo largo de las vías de entrada a Roma y luego en toda Italia; al mismo tiempo los grandes políticos y generales redactaron memorias autobiográficas por sí o por medio de otros. Lo primero se hizo pensando en el espectador, que podría ir fijándose en el nombre del que estaba enterrado aquí y allá; lo segundo intentó trascender la muerte. Catón el viejo, que vivió entre los siglos III y II a. de C., puede ser considerado un precedente de esto con su Orígenes, donde nos ha dejado datos sobre las ciudades italianas, que otros autores han recogido antes de que se perdiese.

Lo cierto es que estos actos autopublicitarios se dan al mismo tiempo que en Roma aumenta hasta límites desconocidos la competitividad dentro de las clases dirigentes: individualismo y competencia se unen a las inmensas posibilidades de enriquecimiento debido a la expansión imperial, lo que en no pocas ocasiones se da mediante la violencia.

Entre los representantes de la nobleza conservadora está Cicerón, que no veía, o no quería ver –según Pina Polo- que existían importantes problemas sociales y políticos. Su meta, con otros, fue mantener a ultranza el orden establecido tradicionalmente y que las diferencias sociales se mantuvieran incólumes. Aunque las desigualdades económicas entre los ciudadanos romanos formaban parte de la sociedad como algo aceptado, la miseria de los más pobres fue lo que provocó no pocos conflictos. En el lado opuesto a Cicerón estuvieron Clodio y Marco Antonio. El primero fue tribuno de la plebe desde finales del año 59 a. de C. y gran enemigo político de Cicerón, a quien consiguió confiscar sus propiedades.

Los tribunos de la plebe no siempre actuaron a favor de la misma; algunos fueron realmente reformistas pero otros utilizaron el cargo para acomodarse en él y congraciarse con la nobleza para ascender social y políticamente. Milón, por ejemplo, estuvo en el “partido” pompeyano y organizó bandas violentas contra Clodio, llegando luego a pretor. Incluso cabe decir que en medio de la ambición política, las principales reformas han sido introducidas por miembros de la aristocracia. Pero dicho esto, los populares opuestos a los optimates no aspiraron a llevar el poder a la plebe, sino a mantener el mismo estado aunque con algunas reformas, como las asignaciones viritanas de tierras (dación de tierras a todos los habitantes) o mediante la creación de colonias. Trataron de evitar una explosión social que el estado romano no pudiese soportar. También tuvieron el propósito de permitir expresarse mediante el voto a los ciudadanos de las últimas clases, excluidos de facto de dicho derecho, pues el sistema primaba a las clases altas. Trataron de integrar en el estado a esas clases que eran susceptibles de ser arrastradas a la revuelta.

Pero ni los optimates ni los populares formaron grupos cerrados, de forma que había una cierta permeabilidad entre ellos. Fue Salustio (s. I a. de C.) el que se refiere a estos grupos como factio y lo hace peyorativamente, ya que lo de optimates y populares fueron las denominaciones que una minoría de individuos se dieron a sí mismos. No hubo, pues revolucionarios verdaderos, pero frente a los optimates, los populares intentaron reformas que fueron frustradas unas tras otras (en su mayoría) a veces mediante recursos legales como el veto tribunicio, otras, cada vez más frecuentes, haciendo uso, a través del senatus consultum ultimum, (5) de la violencia institucionalizada o consentida, como en el caso de las bandas armadas, una de las cuales la de Milón, (6) que permitían eliminar a personajes como Clodio.

(1)     “Ideología y práctica política en la Roma tardorrepublicana”, Universidad de Zaragoza.
(2)     Vive entre el 86 y el 34 a. de C.
(3)     Vivió en el s. I d. de C.
(4)     Debía darse el voto en una tablilla en vez de oralmente.
(5)     Utilizado por el Senado cuando consideraba que la república estaba amenazada.
(6)     Agitador que vivió en la primera mitad del s. I a. de C. Sirvió a los pompeyanos organizando bandas de gladiadores y mercenarios para actuar violentamente contra todo intento de reformar la república en un sentido popular.





domingo, 20 de septiembre de 2015

Prisioneros y rehenes de Roma





Zama, Cinoscéfalas, Pidna, Ambracia, Magnesia y Accio son lugares donde se dieron batallas favorables a las legiones romanas. En menos de dos siglos Roma se convirtió en un imperio temible (sobre todo entre los años que van desde el 220 al 168 a. de C., según Denis Álvarez Pérez-Sostoa) (1). En 202 a. de C. Cartago es vencida por Roma en el actual Túnez; en 197 vencen los romanos en Tesalia; en 190 en Anatolia; en 189 en Epiro; en 168 en Macedonia y en 31 a. de C., en Acarnania, la flota de César venció a la de Marco Antonio.

La capitulación en el campo de batalla –dice el autor citado- suponía la total sumisión del vencido, lo que traía ciertas obligaciones para este. El general vencedor las establecía y luego las tenía que aprobar el Senado. Dichas obligaciones abarcaban la apropiación territorial, la entrega de armamento y el pago de indemnizaciones, además de la entrega de prisioneros. En cuanto a estos, los autores antiguos nos hablan de los prisioneros de guerra y los desertores o tránsfugas, siendo estos los peor parados, pues las penas que sufrían iban desde la amputación de las manos hasta ejecuciones sumarias. En otras ocasiones podían ser despeñados desde lo alto de la roca Tarpeya, junto a la colina Capitolina. También sufrieron esta suerte los rehenes de Tarento, durante la segunda guerra púnica, pues los tarentinos habían venido mostrando su disconformidad con el dominio romano, y los turios, que vivían en la costa del golfo de Tarento. Los demás no contaban con la misma consideración, sino que eran tratados de forma distinta según su rango social o político. Esto es así porque las personas distinguidas tenían un valor diplomático, al poderse negociar desde una posición de fuerza.

Desde el silgo II a. de C. empezaron a llegar a Roma personas pertenecientes a familias reales y los mismos reyes vencidos. Muchos de los prisioneros de guerra eran vendidos como esclavos pero algunos podían ser rescatados por dinero. Los nobles eran custodiados pero unos y otros podían ser obligados a desfilar si al general victorioso se le concedía el “triunfo”.

La llegada a Roma de los prisioneros se producía de forma escalonada, pues primero eran confinados en los campamentos romanos mientras el vencedor exige la devolución de sus soldados prisioneros del enemigo. Algunas fuentes hablan del robo de rehenes lo más normal era la cesión de rehenes para obligar al cumplimiento de un pacto. Los rehenes eran útiles para obtener información y su práctica fue más frecuente en el mundo romano que en el griego. En ocasiones hubo cesiones voluntarias de rehenes, lo que se explica por la intención de demostrar que las condiciones impuestas iban a ser realmente cumplidas. En ocasiones los rehenes se ofrecen como guías y es notable el caso de los niños faliscos (al norte de Roma) entregados por su profesor al cónsul romano Camilo (2) para que este los usara como si de rehenes se tratase con miras a obtener la rendición de la ciudad. También es notable la defección de los vénetos, que pretendieron recobrar a sus rehenes a cambio de los legados cesarianos que estaban prisioneros de ellos.

Hipias y Pantauco fueron entregados por el rey Perseo de Macedonia a Roma antes de la entrevista mantenida junto al río Peneo (Tesalia) en 171 a. de C., pero de nuevo estaban a las órdenes del rey cuando este trató de formalizar una alianza con el rey de los ilirios, Gencio. También Lucio Cornelio Escipión, cónsul en 83 a. de C., envió a Sila tres rehenes que este le había cedido con anterioridad. Tito Livio narra la campaña de Marco Fulvio Nobilior, cónsul en 189 a. de C., después de haber sometido varias ciudades de Cefalonia (isla en el mar Jónico) incluida Samea, pues los habitantes de esta cerraron las puertas y se negaron a aceptar la sumisión. El consul puso frente a las murallas a los que le habían sido entregados como rehenes, pero el intento fue en vano y entonces puso cerco a la ciudad, que se rindió cuatro meses más tarde. Livio añade que todos los habitantes que quedaron vivos fueron vendidos como esclavos.

En el año 206 a. de C. se produjo –según Livio- una entrevista entre el nubio Masinisa y Escipión por la defección de aquel. Como garantía, Masinisa deja dos príncipes en poder del romano. En el año 49 a. de C. César se entrevista con los partidarios de Pompeyo donde se acuerda que Afranio (3) ceda a su hijo como rehén. Tras la victoria romana en Cinoscéfalos (197 a. de C.) el rey de Macedonia, Filipo V, tuvo que ceder diez rehenes, entre ellos a un hijo suyo. Tras vencer Roma a Antíoco III en Magnesia (190 a. de C.) este se vio forzado a depositar en Éfeso veinte rehenes, los cuales fueron llevados a Roma dos años después.

Al inicio de la II guerra púnica los romanos conquistaron Malta, capturando a Amílcar, hijo de Giscón (general cartaginés) junto con unos 2.000 soldados. En Lilibeo (extremo oeste de Sicilia) fueron vendidos la mayoría de los prisioneros con la excepción de los nobles. Pérez-Sostoa indica que estas prácticas no eran exclusivas de Roma: en el año 173 a. de C. el romano Marco Claudio Marcelo medió en un conflicto entre entre facciones etolias, que se solucionó con la remisión de ciertos rehenes a Corinto.

(1)   “El confinamiento de los prisioneros de guerra y rehenes en la Roma republicana”, Universidad del País Vasco.
(2)   Vivió entre los siglos V y IV a. de C. y ejerció como dictador varias veces. Algunas fuentes hablan de él como “segundo fundador de Roma”.
(3) Afranio fue un servidor de Pompeyo que murió tras la batalla de Tapso, en el actual Túnez, batalla favorable a César contra los optimates.

lunes, 31 de agosto de 2015

La antigua Esparta

Dice Jesús Cepeda Ruiz (1) que la polis de Esparta es difícil de encuadrar entre las ciudades griegas de la época. En primer lugar no tuvo muralla hasta muy tarde, no contó con un núcleo urbano concentrado, sus edificios no fueron monumentales como los de otras poleis griegas y no se ha encontrado su necrópolis. Esparta se encontraba en un valle regado por el río Eurotas y entre los montes Parnon y Taygeto. Los primeros al este de Laconia hasta el punto de que los atenienses podían verlos; los segundos tienen una altura máxima de 2.410 metros. Esparta se valió de un puerto algo alejado, Gytheon, cerca de la desembocadura del Eurotas.

El mismo autor –con otros- dice que la sociedad espartana no fue austera e incluso sus mujeres gozaron de una libertad que no tenían otras griegas. Teodoro de Samos trabajó en Esparta, e igualmente Rhoikos, que también era de Samos; Baticles de Magnesia, por su parte, construyó el trono de Apolo en Amiclas por encargo de los espartanos. Este núcleo de población está al sur de Esparta y fue quizá el más importante de la polis. Por otra parte, en distintos santuarios de Esparta se han encontrado objetos votivos de marfil e iconografías que demuestran intercambio comercial. Interés especial tenían los certámenes musicales celebrados en Esparta durante el período arcaico y en Atenas hubo grupos filoespartanos, prueba de que la polis ejercía influencia fuera de ella.
 
Cepeda Ruiz señala que gran parte de las fuentes literarias que nos hablan sobre Esparta son de no espartanos. Excepciones son Alcman, poeta del siglo VII a. de C., y Tirteo, del cual se duda si era espartano o no, pues algunos dicen que había nacido en la península de Anatolia, desarrollando su labor poética en la segunda mitad del mismo siglo. El ateniense Jenofonte, que vivió entre los siglos V y IV a. de C., participó en la batalla de Coronea al lado de los espartanos y vivió en Élide (noroeste del Peloponeso) siendo educados sus hijos en Esparta. 
 
Ya a finales del siglo XVIII se realizaron algunos trabajos sobre la población de Mistras, ciudad fortificada en Morea. En el siglo XIX se estudió la acrópolis de Esparta, así como el teatro de Amiclas. Cerca de Esparta se encontraron los santuarios de Ártemis Issoria y el de Ártemis Ortia. En este se celebraban rituales comunes a las cuatro poblaciones que constituyeron Esparta, donde se ha encontrado cerámica del estilo geométrico (s. IX a. de C.). Había un altar rectangular y en el siglo VIII a. de C. un témenos (espacio consagrado a un dios). Se conoce la existencia de dos templos, el segundo construido en el siglo VI a. de C.
A finales del siglo XIX se excavó Vafio y dio materiales de la edad del bronce (cerca de Esparta) además de tumbas de planta circular. En una de ellas se han encontrado dos copas de oro (Museo Arqueológico Nacional de Atenas) decoradas con relieves representando escenas con toros. Se datan en época micénica y quizá fueron obra de cretenses. Luego se excavó en la acrópolis de Esparta un santuario de Atenea Calcieco y el templo de Apolo en Amiclas y el de Zeus Mesapo, pero Tucídides nos ha dicho que la polis de Esparta no disponía de edificios monumentales como sí conocemos en el caso de Atenas. 
 
Homero dice en “La Ilíada” que cuando se produjo la guerra de Troya (siglos XIII-XII a. de C.) el valle del Eurotas estaba unido bajo un poderoso reino cuya capital era Esparta, pero la arqueología no confirma esto. En aquellos momentos se produjo la primera oleada de dorios que invadieron Pilos (en el extremo suroeste del Peloponeso), Micenas y Lacedemonia. La arqueología nos dice que en el siglo XIII a. de C. cuatro aldeas o poblaciones se encontraban donde luego existió Esparta: Terapne, Amiclas, Pharis y Bryseai, que fueron destruidas en torno a 1200 a. de C., probablemente por los dorios. En torno a 1000 a. de C. hubo otra invasión doria que confirma Tirteo para el caso de Esparta, aunque este escribe en el siglo VII a. de C. y luego Herodoto. Esta segunda incursión estuvo formada por una “elite” guerrera, imponiéndose la lengua y religión dorias.
  
En el siglo X a. de C. Esparta estuvo gobernada ya por una diarquía, en realidad un reino lacedemonio-micénico, pero la fundación de Esparta como polis ha de situarse en el siglo VIII a. de C. y a diferencia de otras griegas, aquí no se dio la centralización de edificios públicos. Para esta época cuatro obai (aldeas) ya existían: Pitana, Mesoa, Cinosura y Limnai, que terminaron uniéndose, primero dos entre sí y luego las otras dos, que aportarían, respectivamente, los reyes agiadas y europóntidas y de ahí la diarquía. Luego vino la expansión territorial con las guerras mesenias, la primera a mediados del siglo VIII a. de C. Por su parte, Amiclas tuvo importancia por el festival que allí se celebraba, las Jacintas y quizá por eso haya habido intentos separatistas por parte de esta población, así como un desarrollo urbanístico atípico en relación al resto del mundo griego antiguo, pues Amiclas lo tuvo más definido. Junto a los mesenios, vencidos, la otra gran enemiga de Esparta fue Argos. 

Uno de los vasos de Vafio
Esparta no fue una ciudad-estado como las demás griegas; en realidad se trató de una agrupación de obai, siendo así que el conjunto no disponía de muros ni tan siquiera para proteger la acrópolis. En época helenística, sin embargo, se construyeron unas murallas en el siglo II a. de C, un siglo desupués de la derrota en la batalla de Leuctra contra Tebas (371 a. de C.) al sur de Beocia, pero aún así Amiclas quedó fuera del recinto amurallado. Esto ha sido objeto de debate por los especialistas, desde los que dicen que los periecos estaban situados en las fronteras, sometidos por los espartanos pero con más derechos que los ilotas, lo que no sirvió para evitar la invasión tebana de 370-369 a. de C. Otros señalan que los santuarios construidos en torno a Esparta servirían para que los dioses protegiesen a los habitantes. Pausanias y Estrabón relatan una serie de ceremonias en esos santuarios consistentes en dejar en ellos a unas doncellas aisladas de la sociedad, allí tendrían una "muerte" ritual y un "renacer" como mujeres preparadas para el matrimonio.

Lo más creíble es que Esparta se valiese de la geografía para defenderse, pues está rodeada de montañas por tres partes y el mar por el sur; si por otra parte, una y otra vez pasaban los períodos en los que las doncellas de los santuarios volvían para ser tomadas como esposas y Esparta no había recibido ataque alguno, ello sería convicción suficiente de que los santuarios cumplían su función. Habrá que esperar a que los ejércitos mejoren en sus capacidades para que las montañas que rodean a Esparta sean atravesadas, pero mientras tanto esa polis permaneció sin murallas durante seis siglos.

Debe tenerse en cuenta también que Esparta contó siempre con uno de los ejércitos más poderosos del mundo griego, sobre todo en tierra, por lo que fue temida no pocas veces, incluso por los persas. Ello posibilitó que Esparta se extendiese en territorio mucho más que otras poleis griegas, hasta que llegó el tebano Epaminondas (369 a. de C.) convirtiendo a su polis en hegemónica, precisamente a costa de Esparta, que dominaba Tebas hasta ese momento.

(1) “La ciudad sin muros: Esparta durante los períodos arcaico y clásico”.

jueves, 27 de agosto de 2015

La fundación de antiguas ciudades griegas

Castillo de Karababa en Calcis (sobregrecia.com/2009/01/05/el-castillo-de-karababa-en-calcis/)

Las antiguas poleis griegas, al menos en un primer momento, surgen a partir de una población agrícola que tiene sus campos en los alrededores de la parte urbanizada, es decir, primero existieron pequeñas aldeas que mantenían una relación entre sí y que les llevó a considerar a una el núcleo de la futura polis. Entonces comienza un proceso de modificación creando espacios comunes y centrales (1). Estas poleis llegaron a ser, pues, territorios bien delimitados y autosuficientes, incluso produciendo excedentes para dedicarlos al comercio.

Este proceso no parte de la sociedad sino de los grupos dirigentes, aquellos que decían tener ancestros ilustres, un nivel económico superior y se relacionaban privilegiadamente con los dioses. Ello les llevaba a disponer de recursos para defender mejor a la comunidad de posibles ataques. Se hacen entonces con el monopolio de la justicia y provocan que la población, dispersa en aldeas, se traslade al núcleo que el grupo dirigente ha elegido como centro (sinecismo). Hay casos originales, como es el de Esparta: cuatro aldeas adyacentes y una quinta, Amiclas, distante de las anteriores, lo que hizo que la polis espartana abarcara un territorio muy amplio, unos 8.500 km2, y en la misma vivirán no solo los ciudadanos, una minoría, sino esclavos comunitarios (ilotas) y comunidades autónomas de hombres libres (periecos) pero sometidos a las autoridades espartanas. Al menos hasta época helenística, la polis espartana no dispondrá de un centro urbano; en cuanto a las autoridades, se producía una alternancia entre los que mandaban y los que obedecian. 

Atenas ejerció su autoridad sobre un territorio de unos 2.500 km2, cuando la media de las poleis era de unos 150 km2. Los habitantes que no vivían en la zona urbana eran llamados por los atenienses demos. El sinecismo ateniense habría sido llevado a cabo por un rey mítico de nombre Teseo, que habría abolido los órganos de gobierno locales y los habría trasladado a Atenas. Cuando estas poleis empezaron a fundar una y otra colonia (los griegos la llamaban apoikía) el trazado urbano era "protogeométrico", según denominación de los arqueólogos. Hoy parece probado que fueron los griegos de la isla de Eubea quienes comenzaron a fundar colonias, en este caso muy cerca de la polis fundadora, es decir, en la propia Grecia. Es el caso de Lefkandí y Eretria donde mientras esta iba consolidándose como centro urbano aquella se iba despoblando, pero durante buena parte del siglo VIII a. de C. ambos núcleos estuvieron activos. Hoy no sabemos si el primitivo santuario de Apolo Dafnéforo (2) fue trasladado de su primitivo emplazamiento o no. Algunos sostienen que más que una colonización lo que se dio fue un traslado de población, lo que los griegos llamaban metoíkesis. Los habitantes de Lefkandí aspiraron a ocupar la rica llanura lelantina, regada por el río Lilas, lo que fue objeto de disputa con Calcis traducida en una larga guerra, pero donde la adversaria de esta ciudad fue ya Eretria.

En cuanto a Oropo (al sur de Eretria) pero en el continente, solo hay una fuente que la considera colonia de Eretria, pero las excavaciones arqueológicos han demostrado que durante el siglo VIII Oropo parece haber sido ocupada por gentes procedentes de Eubea. Junto a estos movimientos de población a corta distancia se están produciendo otros a larga distancia. La que se considera colonia más antigua fundada por los griegos, Pitecusas (isla frente a Nápoles, actual Ischia) comenzaría su andadura en torno a 770 a. de C. (3). Aquí se ha excavado un área dedicada al trabajo del metal de gran semejanza con las excavaciones en Oropo, lo que quizá demuestren intereses metalúrgicos por parte de los eubeos.

Después de Cumas empieza una larga serie de fundaciones coloniales en la segunda mitad del siglo VIII que, en cada caso, estuvieron dirigidas por un oikistés o fundador. Entre otras consta la existencia de un oikistés en la primera colonia fundada en Sicilia, Naxos, que también fundó Leontinos (la primera al nordeste de la isla y la segunda algo más al sur). En ocasiones el traslado de población de las poleis a otro territorio para fundar colonias fue voluntario, en cuyo caso el grupo nombraba al oikistés, pasando por la consulta a la divinidad. Otras veces el desplazamiento de población fue forzoso debido al problema de tierras, pero sobre todo a su mal reparto; en otras el crecimiento de población, como los casos de Eubea, Corinto, Mégara o Acaya (4), llevaría a la fundación de colonias y otra causa serían las sequías y hambrunas. 

Los partenias espartanos (hijos de mujeres no casadas) fundaron Tarento al ser expulsados ante el peligro de levantamiento. Cuando se elegía a los que tendrían que ir a fundar una colonia se empleaba el sorteo; este fue el caso de Regio (en el extremo sur de la península Itálica) o Cirene. En las colonias reinó la más absoluta igualdad, al contrario que en las metrópolis, lo que ha quedado demostrado, sobre todo, con la excavación de Mégara Hiblea (al sureste de Sicilia), donde los colonos, antes de construir casas de piedra, habitaron en cabañas, y esto se ha visto sobre todo en las colonias del mar Negro. Luego se produjo la planificación general del área urbana (Mégara Hiblea) con murallas, la necrópolis al exterior de aquellas, ejes principales en el interior e ínsulas o solares absolutamente iguales. Esto se ha podido comprobar también en Naxos y Siracusa.

Selinunte (lasicilia.es/selinunte)

Si las poleis se iban formando lentamente las colonias lo hacían de forma rápida, definiéndose muy pronto el lugar central, el de la palabra, el ágora, donde se suele encontrar la tumba del oikistés convertido en héroe tras su muerte. También se delimitaban los lugares reservados a los dioses. Las áreas elegidas para establecer colonias normalmente no estaban vacías, sino que las habitaban pueblos indígenas con los que se llegaba a un acuerdo de convivencia o se les sometía mediante conquista. En el caso de la fundación de Naxos de Sicilia el fundador consideró idóneo el lugar, entre otras cosas, por "la debididad de sus ocupantes". Otras veces son los indígenas los que guían a los colonos, como es el caso de Cirene, con el objeto de ocultar a los griegos las riquezas del territorio; en el caso de Mégara Hiblea el rey indígena Hiblón entregó a los colonos un territorio de su propiedad.

Luego vinieron las torres defensivas y los santuarios extraurbanos, que sirven de vínculo entre el campo y la ciudad. Una de las parcelaciones rurales más conocidas son las de Metapongo, en el Quersoneso Táurico (Crimea), que parece ser de inicios del siglo IV a. de C. Cada parcela era un kleros, que se repartía por sorteo entre los habitantes, hasta alcanzar a un máximo de mil, sobre todo en las colonias del sur de Italia. Junto a las tierras había que proveer a la colonia de mujeres, pues el fenómeno colonial fue llevado a cabo esencialmente por varones.

A lo largo del siglo VI a. de C. las colonizaciones serán, sobre todo, de los griegos que vivían en la costa occidental de la península de Anatolia. Allí se habían establecido desde hacía siglos y ahora carecían de tierras para abastecer a una creciente población. Por otra parte algunos pueblos próximos, lidios primero, persas más tarde, presionaron para hacerse con unos territorios que aquellos griegos defendieron hasta llegar a la guerra. Las regiones elegidas para fundar colonias por parte de los griegos de Anatolia fueron las costas del mar Negro y, en menor grado, las del sur de la actual Francia y las del este de la península Ibérica.

Se cuentan por miles los griegos de Anatolia que se enrolaron como mercenarios en ejércitos asirios, babilonios, egipcios y otras potencias menores, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo VII a. de C., probablemente por la presión demográfica. Hademás las poleis anatólicas debieron tener problemas internos por las desigualdades creadas u otras razones, como es el caso de Mileto, una de las principales colonizadoras del momento.

 
Heroon de Lefkandí (*)


(1) El presente artículo es un resumen del que es autor Adolfo J. Domínguez Monedero, "Fundación de ciudades en Grecia: colonización arcaica y helenismo".
(2) Portador de la rama de laurel en las fiestas llamadas dafneforías, propias de los beocios. Beocia se encuenta al oeste inmediato de Eubea. 
(3) Otros, siguiendo a Estrabón, consideran que la más antigua fue la cercana Cumas. 
(4) Acaya al norte del Peloponeso y Mégara al oeste de Atenas. 
(*) Santuario para honrar a los héroes, normalmente sobre la tumba de los mismos.