miércoles, 14 de enero de 2015

Dos científicos en Compostela contra el oscurantismo

Colegio de Fonseca en Santiago de Compostela
Cuando las ideas evolucionistas llegaron a España, a partir de las publicaciones de Charles Darwin, se organizó en la sociedad, en la Universidad y en la prensa y un verdadero debate, muy encendido, a favor y en contra del método científico para llegar a la verdad, en relación con las creencias religiosas, con el poder de la Iglesia, con la tradición y la modernidad. 

Uno de los científicos que se posicionó a favor de la razón fue el cántabro González Linares, que llegó en 1872 a la Universidad de Santiago de Compostela para enseñar Historia Natural. Entonces el nivel de especialización no era tan limitado como en la actualidad, por lo que no era extraño que un abogado a su vez fuese experto en geología y en fármacos. González Linares fue geólogo y zoólogo y estuvo en Santiago durante tres años agitando a la ciudad con sus conferencias y trabajos. Aquí conoció al madrileño Laureano Calderón, institucionista como González Linares. Calderón era, desde 1874, catedrático de Química Orgánica en la Universidad de Santiago.

Por aquellos tiempos mandaba como ministro de Fomento Manuel de Orovio, que provocaría no pocos problemas a la ciencia española y a la Universidad. Su circular prohibiendo que se enseñase en las aulas cualquier cosa que pudiese entrar en contradicción con el dogma católico encontró no pocos opositores, como Castelar y Salmerón, luego serían presidentes de la I República española. Luego volvió al ministerio de la mano de Cánovas, en lo que este demostró lo poco que le quedaba de su participación en los movimientos de 1868. Orovio se había atrevido a decir oficialmente algo como lo siguiente: 

...los perjuicios que a la enseñanza ha causado la absoluta libertad, las quejas repetidas de los padres y de los mismos alumnos, el deber que tiene el Gobierno de velar por la moral y las sanas doctrinas y el sentimiento de la responsabilidad que sobre él pesa, justifican y requieren su intervención en la enseñanza oficial, para que dé los frutos que pueden exigírsele. La "moral y las sanas doctrinas" eran cosa de Orovio, no de cualquier persona en el uso de sus responsabilidades. El Decreto de Orovio vino a derogar los artículos 16 y 17 del de 21 de octubre de 1868, por los que los profesores podían elegir el libro "que se halle más en armonía con sus doctrinas y adoptar el método de enseñanza que crean más conveniente". Por el artículo 17 los profesores no tenían obligación alguna de presentar los programas de las disciplinas que impartían.

Es evidente que González Linares y Laureano Calderón estaban imbuidos de los principios docentes que inspiraban esos dos artículos, como del Decreto de 21 de octubre de 1868 que Orovio derogó en parte y que autorizaba a cualquiera para fundar establecimientos de enseñanza. Entre Ruiz Zorrilla, ministro en 1868 y Orovio mediaba un abismo en cuanto a la concepción del liberalismo que cada uno quería para España, habiendo evolucionado aquel desde el progresismo hasta el republicanismo a lo largo de su vida. 

González Linares y Laureano Calderón no estuvieron mucho tiempo en la Universidad de Santiago, pero en aquellos años animaron el debate científico, defendieron con apasionamiento y sus teorías, apoyadas en las investigaciones de unos y otros, siendo una de las etapas más importantes de la penetración de la ciencia en la ciudad gallega.

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