lunes, 20 de julio de 2015

Españoles cautivos de los mapuches

Como cabe suponer, en la conquista y colonización de América no todo fueron triunfos para los españoles y, más tarde, otros europeos. Una de las zonas donde la resistencia indígena fue más tenaz y duradera es la mitad sur del actual Chile, donde vivían mapuches, huilliches y pehuenches. Los mapuches fueron llamados auca por los incas y araucanos por los españoles. Los huillinches eran los mapuches del sur, donde la tierra chilena se abre para que penetre en ella el océano. Los pehuenches vivían en las alturas andinas, pero siempre en la zona central del actual Chile.

Carlos Lázaro Avila (1) que cita a otros autores, ha estudiado el trasiego entre españoles que fueron capturados por los mapuches y los indígenas que fueron capturados por los españoles en una frontera que no fue fácil traspasar a estos últimos durante varios siglos. La mitad norte de Chile sí estuvo en manos españolas desde finales del siglo XVI (Óñez de Loyola) pero Valdivia no consiguió avanzar más al sur desde su llegada a mediados de la citada centuria y muerto en la batalla de Tucapel.

Las guerras con los españoles causaron, según el autor citado, mermas en la tasa demográfica de los indígenas; los capturados de uno y otro lado fueron sometidos a esclavitud en la mayor parte de los casos, muchos fueron desnaturalizados forzosamente y en medio de estos fenómenos no faltaron incursiones de corsarios y piratas ingleses y holandeses. El conjunto llevó a los grandes levantamientos indígenas de 1598 y 1655, dándose el caso de españoles, indígenas y mestizos que huyeron a territorio araucano para intentar sobrevivir (hambre o evitar la justicia). Los españoles que pudieron ser liberados tuvieron una complicada reincorporación y aceptación en la sociedad de origen, considerados en algunos casos como desertores o mal vistos por estar indianizados, y pocos fueron los que han dejado testimonio de una experiencia favorable cuando fueron cautivos: el “Cautiverio feliz” de Francisco Núñez de Pineda y la “Declaración de Fray Juan Falcón”, fraile dominico que estuvo catorce años prisionero entre los mapuche. Otra minoría fueron los negros, que habían sido llevados a la zona por traficantes de todo tipo.

El cronista González de Nájera relata “el gran desastre que se había producido en los asentamientos indígenas al sur del río Bío-Bío tras la muerte de Óñez de Loyola" (sublevación de 1598). El Bío-Bío nace en las alturas andinas para ir en dirección norte, después de varios giros, y desembocar en el Pacífico, entre Concepción y San Pedro de la Paz. Uno de los primeros testimonios sobre capturas de españoles por indígenas es a partir de la batalla de Curalaba (al norte de Valdivia), victoriosa para los mapuches, que inició la llamada guerra defensiva de los españoles y una política de diplomacia con los mapuches.

También está atestiguada la temprana captura de mujeres por parte de los mapuches, que llevó a Fray Pedro de Sosa a escribir: “…teniendo en su poder más de quinientas mujeres españolas nobles en tan miserable cautiverio, abusando de ellas con tan grande infamia y afrenta nuestra”. No muy distinto a lo que ocurría con los indígenas que caían en manos de españoles.

Los mapuches ponían en práctica los “malones”, ataques rápidos de muchos guerreros y por sorpresa, pero no solo contra los españoles, sino contra otros pueblos indígenas. En estos ataques capturaban también niños y ponían en práctica, como los españoles en su caso, la dispersión de los prisioneros; pero no siempre se actuó con crueldad. Según Lázaro Avila, hay ejemplos de trato humanitario: todavía en época de Valdivia alguien escribió para el virrey del Perú: “un indio se mostró agradecido que no haviéndose hallado en el cruel estrago, vino al día siguiente preguntando por un niño i una niña, hijos de su encomendero que lo era el Coronel Francisco del Campo, rescató los muchachos cogiéndolos en las ancas de su cavallo los sacó a parage seguro y volvió a matar a los españoles”. Por su parte, las autoridades españolas llegaron a elaborar listas de cautivos para su posterior rescate, labor en la que participaron activamente los jesuitas.

Aunque los historiadores ponen en duda las cifras que manejaban los conquistadores españoles sobre cautivos, quizá para dar mayor dramatismo y/o heroísmo a sus acciones, algunas fuentes hablan, para el año 1599, de una captura de 422 mujeres y niños, mientras que otros hablan de 600 mujeres cautivas de los mapuches. El historiador Gabriel Guarda aporta el dato de, para 1664, 331 cautivos, entre los que había hombres, mujeres y 29 religiosos. Pero también fueron cautivos negros, mestizos y yanaconas (siervos algunos de los cuales eran negros). Los indígenas de Purén, asentados al sureste del lago Lanalhue, eran especialmente belicosos, lo que costó a los españoles un enorme esfuerzo para seguir con su política de diplomacia ante la imposibilidad de someter a estos pueblos.

El río Bío-Bío, en la región fronteriza

Los cautivos de los mapuche recibían el mismo trato que los cautivos de los españoles: drásticos cambios de vida, trabajos, “palos y bofetadas” según Fray Juan Falcón; en cuanto a las mujeres con frecuencia se las desnudaba “diciéndoles viles afrentas sin que se conmoviesen los bárbaros (oyendo lástimas, ruegos i lágrimas) [y] daban de palos a la triste cautiva i decíanle: Señora, por qué no barres, por qué no cocinas, por qué no vas a cortar leña” (relación para el Virrey del Perú). Se integraba a los cautivos de manera forzosa y se les obligaba a hablar el mapudungun, la lengua mapuche, de forma que los descendientes de estos cautivos llegaban a no saber hablar castellano.
 
Los mapuches marcaban con hierro a los cautivos y les obligaban a “arar, cavar y labrar la tierra”, pero en ocasiones recibían buen trato, como es el caso –dice el autor al que seguimos- del desertor Gaspar Álvarez, “que además de ser sombrerero sabía leer y escribir, por lo que era utilizado por los mapuche para la concertación de los tratados de paz”. La mujer cautiva cumplió un importante papel en la economía mapuche, pues realizaba muchas labores productivas, ayudó a la introducción de cultivos que mejoró la dieta mapuche y soportó un gran peso en las comunidades indígenas. 
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(1) “Los cautivos en la frontera araucana”. El mapa ha sido tomado de http://www.weichafe.cl/index.php?id_cms=12&controller=cms&id_lang=3


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